La gran incógnita es qué hará el Gobierno luego de conocido el resultado. Si optará por las vías más razonables o las más extremas.
Si escuchará a quienes dicen que nunca fue tan fácil como hoy lograr la asistencia del FMI y que para ello casi que bastaría con dejar de falsificar el índice de inflación. O si, en cambio, optarán por nacionalizar el sistema bancario. Es decir, disponer que todas las entidades operen por cuenta y orden del Banco Central. Es lo que propone Carlos Heller, cuando impulsa el regreso de la ley de entidades financieras de 1973.
En 2007, cuando Cristina ganó las elecciones, el único gran indicador preocupante era la inflación. Pero el contexto internacional era muy favorable y, sorprendentemente, lo fue más en los próximos meses, cuando la soja alcanzó niveles récord.
Este año la declinante situación, con indicadores muy inferiores a los del año último, mostrando una economía en recesión y todavía con inflación, con creciente desempleo y una situación fiscal que se deteriora a pasos acelerados llevaron al matrimonio gobernante a adelantar los comicios.
La situación externa ha tenido un alivio importante, porque se devaluó el dólar en el resto del mundo y se apreció el real. Pero los problemas locales, que no han sido enfrentados con un plan coherente, simplemente parecen agravarse.
Gran parte de la mejora de los precios de las materias primas no ha podido aprovecharse por la disminución de la producción. Parcialmente ese efecto es producto de malas decisiones oficiales.
La esperanza de los productores es que un diagnóstico acertado lleve soluciones para la lechería, la ganadería, el trigo y el maíz. Los especialistas advierten que, de otro modo, se logrará lo contrario de lo que quieren los Kirchner: una "sojización" cada vez mayor, ya que, con estas reglas, no hay nada más coveniente en el campo que sembrar el "yuyo".
Las dudas sobre la posibilidad de que se tome un camino moderado y razonable surgen del propio discurso de campaña del oficialismo, que no ha hecho más que subrayar que seguirá en el mismo rumbo.
El acto de cierre de Néstor Kirchner en el Mercado Central, un bastión de Guillermo Moreno y sus prácticas de intervención en los precios, no fue una señal de cambio. Sobre todo porque el controvertido secretario de Comercio tuvo además gran protagonismo.
Tampoco está claro qué hará la oposición si cobra nuevas fuerzas. La campaña, centrada en acusaciones y discusiones sobre aspectos personales, no permitió ver un plan de propuestas y los candidatos tuvieron importantes contradicciones.
El Gobierno ha dicho que seguirá haciendo lo mismo que hace, pero parece imposible, porque los problemas están cada vez más a la vista. Pero algunos cambios que podría proponer la oposición, como una posible baja de las retenciones, requieren un estudio pormenorizado, porque la situación fiscal no permite ser dadivosos.
Si el nivel actual de gastos e ingresos se mantiene, la economía cerrará el año con un importante déficit. Todo el mundo descarta que no ocurrirá, pero no hay consensos acerca de por dónde podría venir el ajuste. Si por una mayor presión impositiva, probablemente poco efectiva en recesión, o una reducción del gasto, a la que los Kirchner siempre fueron remisos.
Un acuerdo con el FMI aportaría fondos y solucionaría un poco el problema, pero hay que ver si se quiere dejar de falsificar las estadísticas. El Gobierno se justifica diciendo que reconocer más inflación sería pagarles más a los tenedores de bonos argentinos.
Acusa a quienes denuncian las mentiras del Indec de querer favorecer a supuestos intereses oscuros de misteriosos bonistas. Pero el mayor tenedor de títulos públicos actualizables por el índice de precios no es otro que la propia Anses.
Pero si el Gobierno quedara debilitado y se viera obligado a negociar una agenda económica con la oposición, no están claras, hasta ahora, las propuestas que recibiría.
La Nacion


