Sólo la terquedad o el ensimismamiento podrían explicar tantos errores.
Néstor y Cristina Kirchner parecen convertir la campaña electoral en un callejón
sin salida para ellos. Han repetido que la Argentina volará por los aires si el
último domingo de junio una derrota golpea al Gobierno. Han repetido que
necesitan de la mayoría parlamentaria para garantizar la gobernabilidad
Ninguna de aquellas afirmaciones resulta a priori creíble, más allá del
dramatismo con que el matrimonio suele propalarlas. Pero el estado de ánimo que
traslucen para encarar el desafío electoral podría darles con el tiempo alguna
verosimilitud. ¿Cómo reaccionarían frente a un eventual traspié? ¿Cómo se las
ingeniarían para gobernar si no cuentan en los próximos años con la supremacía
legislativa que tuvieron hasta ahora? No debería haber razones objetivas para
temer por una crisis política después de la votación, aunque los Kirchner se
encarguen de atizar la llama de la duda.
Los ojos y el pensamiento del matrimonio están encallados en el 28 de junio.
Esa mirada y ese desarrollo intelectual breve parece erigirse en un
condicionante serio del futuro. Si los Kirchner están empeñados en sembrar tanta
incertidumbre política, ¿qué destino podría aguardarle a una economía que desde
hace meses viene castigada?
Los Kirchner siguen lidiando, al fin, con un problema que no lograron
resolver desde que Cristina desembarcó en el poder: la ausencia de confianza.
Abunda el escepticismo en la sociedad y aumenta la perplejidad en el extranjero
por el sendero de inestabilidad que ha resuelto transitar de nuevo la Argentina.
La incertidumbre y la inestabilidad se van nutriendo de grandes y de pequeñas
cosas. La elección de junio, planteada como una cuestión de vida o muerte, es
una de ellas. Pero también la constante disfunción del propio Gobierno.
Cristina intentó en sus últimos viajes al exterior -la reunión del G-20 y la
Cumbre de las Américas- alisar la escarolada imagen de nuestro país. Sobre todo
pensando en las dificultades financieras que se avecinan. Las dificultades
poseen un volumen: son 5.700 millones de dólares de vencimientos que el Gobierno
deberá afrontar en el segundo semestre. También Martín Redrado, el titular del
Banco Central, y Carlos Fernández, el ministro de Economía abordaron el problema
en Washington.
Aquellos intentos, sin embargo, parecerían vanos. Estaría circulando en
medios financieros internacionales un emisario de Kirchner a modo de negociador
paralelo. Se trata de un hombre ligado al mundo del cine, de Hollywood, que
frecuentó en una época los negocios y la arquitectura. Vivió en Los Angeles pero
ahora tiene residencia en Francia. Se sabe que habría establecido contacto con
miembros del Club de París, donde la Argentina mantiene una deuda de 6 mil
millones de dólares.
Dos funcionarios de organismos económicos internacionales que habían
dialogado con Redrado y Carlos Fernández se enteraron de la misión discreta de
aquel hombre enigmático. Sorprendidos, rastrearon alguna corroboración en el
Gobierno. Dieron con un ministro que apenas atinó a balbucear: "No lo sé, no lo
sé. Quizás pueda ser...".
Esos despropósitos acostumbran a tener un precio que nunca resulta módico si
la impericia política se filtra en el medio de una crisis económica. Veamos los
costos conocidos: el Banco Central informó que de enero a marzo hubo más de
5.500 millones de dólares de salida de capitales. Más del doble de la fuga
ocurrida en el mismo período del año pasado. Entre octubre y enero ya se habían
ido 23 mil millones.
La Argentina figura en el penúltimo escalón de las naciones de América que
están recibiendo inversión directa. Más abajo sólo está Costa Rica. La inversión
que llega tiene casi exclusivamente que ver con la sociedad política y comercial
con Brasil. Los empresarios brasileños llevan destinados en diferentes proyectos
entre 3 y 4 mil millones de dólares.
Las buenas noticias que son posibles rescatar en una realidad desangelada
muchas veces, al final, tampoco lo son. Los términos del intercambio comercial
mejoraron para la Argentina en las últimas semanas por la suba del precio
internacional de la soja. Pero esa suba está fomentada por una menor oferta
derivada, en especial, de la magra cosecha en nuestro país a raíz del conflicto
con el campo.
La desconfianza también va produciendo una paulatina dolarización de las
carteras bancarias. Pero, a diferencia de otros tiempos difíciles, el dinero no
está saliendo de allí. El desbarajuste financiero internacional que terminó
detonando la crisis económica pareciera un motivo para explicar el
comportamiento.
Esa realidad aparece prendida con alfileres y su evolución depende, en parte,
de la campaña en marcha y, mucho, de la reacción que los Kirchner y la oposición
tengan el día después del comicio.
El ex presidente sintió la semana pasada algún alivio cuando Daniel Scioli le
comunicó que una encuesta propia les concedía en Buenos Aires entre 5 y 9 puntos
de ventaja. Otros trabajos reflejarían una mayor paridad con el PJ disidente de
Francisco De Narváez y Felipe Solá. Con su crecimiento paulatino la alianza
entre la Coalición Cívica y el radicalismo pretende terciar.
Los intendentes bonaerenses que se han montado en las candidaturas
testimoniales no recogen todavía sobre el terreno el optimismo y la holgura que
muestran algunas de aquellas encuestas.
Los Kirchner se han colocado en la última semana, con sus declaraciones,
metas electorales complicadas de cumplir. No sólo van por una victoria en Buenos
Aires que, siquiera por poco, es factible. Claman también por una mayoría
parlamentaria que, como están las cosas, les resultaría casi imposible mantener.
Sólo en Buenos Aires renovará 20 bancas y aún ganando resignaría no menos de
7. El panorama aparece desolador en Santa Fe, Capital y Córdoba.
Santa Fe atormenta a los Kirchner. El distanciamiento de Carlos Reutemann no
tiene retorno, a tal punto que el ex gobernador, en las últimas horas, desestimó
una sugerencia de la Casa Rosada para incluir un par de candidatos propios en la
lista de diputados. También fracasaron dos correos a Agustín Rossi para que
declinara su postulación. El jefe del bloque de diputados del PJ siente, con
razón, que ha hecho mucho por el matrimonio este tiempo y que no pueden
cercenarle el derecho a pelear.
Capital es casi para el kirchnerismo tierra arrasada. No existe a la vista
candidato que le asegure, al menos, una elección digna. El que podría ser, el ex
canciller Rafael Bielsa, está dispuesto a resistir las presiones y a continuar
donde está: entre su actividad profesional y sus libros.
El distrito porteño no tiene para los Kirchner la trascendencia que atesora
Santa Fe. Reutemann va construyendo desde allí una entente que incluye a Córdoba
y Entre Ríos. Juan Schiaretti se ha encolumnado con el ex gobernador y Jorge
Busti mantiene largas charlas con él. Han llegado señales del salteño Juan
Manuel Urtubey y se sabe de encuentros reservados de Reutemann con José
Alperovich. El mandatario de Tucumán fue hasta hace poco un entusiasta defensor
de los Kirchner.
Reutemann sigue siendo el hombre misterioso y parco que fue siempre. Pero
desde el conflicto con el campo viene trasuntando una voluntad política hasta
ahora desconocida. El peronismo del interior siempre lo observó con buenos ojos
pero también con el desconcierto que provocaban sus fugas y sus silencios.
El peronismo ha tomado nota del nacimiento de aquella entente que representa
algo más que la aspiración de sectores del peronismo de comenzar a despejar el
horizonte para el 2011. Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos representan también un
poder económico y la mejor síntesis del largo conflicto -el del campo- que ha
jaqueado a los Kirchner.
Scioli tiene muy buena relación con Reutemann, pero sus destinos políticos
parecen ahora llamados a no converger. El gobernador de Buenos Aires ha hecho
una apuesta de riesgo al aceptar la candidatura testimonial en nombre de
Kirchner. Si aquella apuesta saliera bien aspiraría a convertirse en
presidenciable, el mismo objetivo que persigue el senador por Santa Fe.
¿Cuál sería una apuesta exitosa? "Ganar Buenos Aires con un piso de 5 puntos
de diferencia", opina uno de sus asesores. "En ese caso no habría discusión",
sostiene. Siempre podría haberla estando de por medio la ambición de Kirchner.
Pero también existe un plan alternativo: "Si el triunfo fuera muy apretado, tal
vez Scioli iría por la reelección en la Provincia", sinceró aquel mismo
portavoz.
¿Atenderá Kirchner aquel polo peronista con eje en Santa Fé? ¿Lo tendrá en
cuenta para conducir el proceso hasta el 2011? ¿Aceptará la incidencia de Scioli
en caso de triunfar en Buenos Aires?
Esas preguntas sin respuesta son las que introducen de a poco a los
argentinos en un remolino de inseguridad y de angustia.


