Monterrey, NL. Aunque no se ha medido el impacto que provocó la sequía en las unidades de producción pecuaria dedicadas a bovinos en Nuevo León, se pudo haber perdido hasta un 30% del hato en zonas donde las condiciones fueron más severas, comentó a El Economista, Enrique Canales Martínez, titular de la oficina de Representación de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural en la entidad.

Explicó que “Nuevo León cuenta con 600,000 cabezas en el sistema vaca-becerro, tenemos otro sector que es el de engorda donde recibimos reses de otros estados, pero de las unidades de producción pecuaria dedicadas a bovinos, debemos tener arriba de 600,000 cabezas, y aunque no se tiene estimado (el impacto de la sequía), se pudo haber perdido hasta un 30% del hato”.

Esto no es parejo, dijo, la sequía afectó más a los municipios del norte: Anáhuac, Salinas Victoria, Lampazos y Vallecillo. Se esperaban lluvias en el segundo trimestre del año, por el contrario, hubo temperaturas más altas y falta de precipitaciones, lo que afectó a la ganadería, debido a que el ganado está en sistemas extensivos que se localizan en el campo.

Conforme pasaron los días contaban con menos cobertura vegetal y ésta se traducía en escaso alimento para los bovinos, la condición del ganado se fue deteriorando.
Expuso, que habrá algunos ganaderos que afirman que vendieron hasta el 50% de su ganado, y otros lo mantuvieron gracias a que se prepararon con fuentes de agua y distribución, así como infraestructura para almacenar pacas de zacate o silos.

“Eso es lo que tienen que hacer los ganaderos, sabemos que la sequía va a ser recurrente y que van a tener que disminuir sus cabezas de ganado, por ello tienen que medir su capacidad productiva en su unidad de producción y almacenar alimento, y con estas medidas poder enfrentar las adversidades que el clima nos deja”, dijo el funcionario federal.

“Ahora con las lluvias, todo mundo quiere ser ganadero, volteas a los ranchos y ves todo cubierto de vegetal y quieres comprar vacas, pero si se acaba la comida y viene otra sequía, se les muere el ganado; la única forma de medir la capacidad que puede sostener tu superficie y prepararla es con el coeficiente de agostadero”, dijo.

El coeficiente de agostadero es la superficie requerida para sostener una Unidad Animal (UA) al año, en forma permanente y sin deteriorar los recursos naturales.

En septiembre con la lluvia muchos lograron salvar a su ganado, pero también hubo quienes tuvieron que deshacerse de algunas cabezas porque era costoso alimentarlas, pues cuando ya no hay cobertura vegetal se requiere acarrear alimento y agua y eso es muy costoso.

No hubo siembra otoño-invierno

En Nuevo León se siembran y cosechan cultivos importantes de naranja, papa, tomate rojo, nuez, maíz grano blanco, chile, mandarina, limón, alfalfa y toronja.
Canales Martínez dijo que en la parte agrícola no se presentaron las condiciones adecuadas para sembrar en el ciclo otoño-invierno y los agricultores no quisieron arriesgarse, porque cuando siembran arriesgan toda la cosecha y dependen del clima.

“Eso fue lo que sucedió con el sector agrícola, no quiero decir que no hubo pérdidas (por la sequía), sí hubo pérdidas pero no de tal magnitud como si hubiéramos tenido buenas condiciones para sembrar y no la hubiéramos podido levantar por las condiciones de sequía en los meses mencionados”.

En Nuevo León hay cultivos perennes y cíclicos. Hay una superficie de 30,000 hectáreas de cítricos, esa es cíclica, ya está sembrada y se cosecha año con año, pero, en granos básicos principalmente sembramos trigo, sorgo, maíz, y frijol, estas son las que no se sembraron, por la sequía expresó.