Chicago vino a mostrar su cara más negativa por la violenta baja de los precios de la soja, este lunes.

Frente al cambio en las condiciones climáticas, sobre todo en el área agrícola de nuestro país, los fondos de inversión actuaron con agilidad extrema; y así las ventas no cedieron a lo largo de la jornada.

Las abundantes y esparcidas lluvias del fin de semana cayeron como anillo al dedo sobre las sojas, que venían sufriendo un fuerte stress por la sequía. Obviamente, ellas fueron detonadores suficientes para empujar a los fondos a las ventas.

Es sabido que la soja es una planta muy noble frente a la adversidad.

Dada su reconocida capacidad de resilencia, es muy posible que la pérdida estimada hace pocos días, no llegue a la magnitud prevista.

Estimar las pérdidas, hasta el momento, es casi una quimera; pero sí se puede estar seguro de que éstas se han detenido, con alentadoras posibilidades de recuperación, aunque de forma parcial.

Un elemento que agrega incertidumbre es el problema global surgido de la amenaza de invasión, que yace latente en la frontera de Rusia y Ucrania, donde la primera ha desplegado una fenomenal fuerza bélica.

Las fuerzas de la OTAN están movilizándose y todo ello recuerda los inciertos años de la Guerra Fría.

Cualquier conflicto militar podría interrumpir el normal desarrollo del comercio, que incluye comomodities como los de aceite de girasol, gran sucedáneo del de soja.

En cuanto a los factores que desalientan mayores bajas en los precios de la oleaginosa, vale remarcar dos.

En primer lugar, la situación climática en el sur de Brasil que dista mucho de ser la ideal. El problema de la ausencia de lluvias no está solucionado.

A lo largo del fin de semana, la región sufrió temperaturas superiores a las normales en un cuadro de déficit hídrico que lleva ya dos meses.

Y en segundo lugar, algo que día a día se hace más importante: el problema del aceite de palma producido mayormente en Indonesia y Malasia.

Ambos países explican cerca del 80% de la oferta mundial de este aceite.

Como comentamos en una nota anterior, el gobierno de Indonesia pretende controlar las exportaciones de este producto, a fin de atemperar la inflación interna. Por lo pronto, ya impuso restricciones a los exportadores.

A su vez, Malasia sufre un cuello de botella en la oferta, pues la producción ha disminuido por falta de mano de obra, fundamentalmente por inconvenientes de salud en su población de la mano del Covid.

El gráfico muestra claramente cómo viene subiendo el precio, especialmente, desde el 15 de diciembre pasado.

Estas mejoras en el precio del de palma inciden en la demada del aceite de soja. Y nuestro país es el natural provedor global de este aceite.

Ello explica porqué las industrias locales siguen comprando soja y pagando un precio superior al de su capacidad teórica, a fin de originar mercadería.

Hoy la soja disponible es un bien escaso. Y eso vale.

Dado este cuadro global, grandes importadores de aceite de palma podrían volcarse al abastecimiento de aceite de soja.

Por ello, aún cuando la recuperación de la soja sea un hecho, ahora es la demanda la que podría mantener un precio internacional relativamente elevado.

Una buena…¿no?