La Secretaría de Finanzas publicó los datos preliminares de diciembre de 2021, en donde se demuestra que la deuda con el FMI representa solamente el 11,27% del total de la “deuda pública Argentina” (USD 40.952 Millones sobre un total de USD 363.362 Millones).

Además, la tasa de interés que cobra el FMI es de las más bajas que existen y que Argentina puede acceder: la tasa de un préstamo comprende, en primer lugar, una tasa de interés de los Derechos Especiales de Giro (DEG, la moneda del Fondo) determinada por el mercado -con un nivel mínimo de cinco puntos básicos (0,05%)- más un margen (actualmente, de 100 puntos básicos), que juntos representan la tasa básica de cargo. Es decir, Argentina tiene una tasa final mínima de 1,05% en dólares.

Sobre esa tasa (1,05%), luego se cobra una “sobretasa”, que depende del monto y del plazo de reembolso del crédito. En el caso de Argentina, se paga una sobretasa de 200 puntos básicos (2%) sobre el monto del crédito pendiente que supere el 187,5% de la cuota que le corresponde. Si el crédito se mantiene por encima del 187,5% de la cuota después de tres años, esta sobretasa se eleva a 300 puntos básicos (3%). Como el crédito que recibió del FMI fue de US$44.000 millones, supera el 187,5% de su cuota, y como ya está a punto de cumplirse tres años desde que se aprobó el préstamo (junio de 2018), empezará a pagar la sobretasa de 3%, lo que implicaría una tasa de interés final en dólares de 4,05%. Este porcentaje es muy inferior al 16% (o superior) de tasa que le exige el mercado financiero, si el país decide endeudarse en el exterior.

Según los datos oficiales de la Secretaria de Finanzas, desde que asumió el nuevo Gobierno de Alberto y Cristina, la deuda Bruta se ha incrementado en USD 40.297 millones (últimos 2 años).

Conclusión:

El problema no es el FMI como nos quieren hacer creer. Con FMI o sin FMI gran parte de los problemas de corto plazo están presentes en la columna de “egresos” del presupuesto nacional. Pero al parecer no hay interés de empezar a eliminar todos aquellos gastos en los cuales los países serios u ordenados no incurren, ni de hacer las reformas estructurales de largo plazo que requiere el país para comenzar su senda de crecimiento.

Por Hernán Satorre