Fue allí donde Ramírez se dio cuenta de que era necesario llevar a otros países el conocimiento y la experiencia argentina en adaptar, a todo tipo de terreno, esta técnica de no remoción del suelo donde la Argentina es uno de los países pioneros y ahora tiene verdaderos embajadores por el mundo.

La siembra directa, una práctica que apunta a mejorar el suelo, sus propiedades, evitar procesos de erosión, favorecer la dinámica del agua, entre otro beneficios, no es lo único donde se destaca el sector agropecuario.

Hay muchos más polos. Uno de ellos es el complejo agroindustrial del Gran Rosario, de los más grandes e importantes del mundo, en donde el país está a la vanguardia porque es el principal exportador de harina de soja y aceite.

Además, en el agro se gestan empresas de agtech, firmas que a través de la tecnología digital crean soluciones estratégicas, sostenibles e innovadoras para problemas y desafíos del agro a nivel local y global.

No es casualidad. Es la necesidad, el ingenio, la pasión, el talento, la formación y la naturaleza lo que hacen que en la Argentina haya un sector pujante que, a pesar del contexto económico adverso y con poco o nulo apoyo de los diferentes gobiernos, logra altos niveles de productividad y eficiencia. Ahí es donde los argentinos revolucionan el trabajo de la tierra, industrializan lo producido y crean productos tecnológicos que son valorados a nivel mundial.

La importancia del sector se refleja en los datos aportados por la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina (FADA). En el primer semestre de 2021, las exportaciones agroindustriales representaron el 72% de las ventas argentinas al exterior. El año pasado uno de cada cuatro pesos del PBI lo generaron las cadenas agroindustriales (CAI). Asimismo, proveyeron dos de cada diez puestos de trabajo privados, representando el 22% del empleo privado a nivel nacional. Si se tiene en cuenta el empleo privado más el público, éstas explican el 18% del total del empleo en la Argentina.

Universo agtech

“Vimos que el productor pasaba mucho tiempo consultando diferentes aplicaciones del clima con distinto formato y dijimos por qué no le simplificamos esto agrupando todo en una sola aplicación”, cuenta Marcos Alvarado, de 33 años, licenciado en administración de empresas que, junto con Sebastián Galdeano, de 35 años e ingeniero en sistemas, ambos provenientes de familias ligadas al campo, crearon en 2016 la startup digital BoosterAgro.

Se trata de una aplicación agroclimática que permite, a los más de 100.000 productores que tiene activos, acceder a toda la información climática, agronómica y productiva de su campo en un solo lugar. Hace seis meses se la vendieron a Agrosmart, una empresa brasileña.

Así como esta startup, desde hace al menos seis años en el sector agropecuario argentino se gestan empresas con base en tecnología digital que crean soluciones estratégicas, sostenibles e innovadoras para problemas y desafíos del agro: las Agtech.

Federico Mayer, CEO y cofundador de Club AgTech, considera de que este hub de innovación en el que se convirtió la Argentina, con aproximadamente un centenar de estas empresas, se cimienta en una generación de jóvenes que se formaron en las instituciones educativas alrededor del país y saben de tecnología. Además, conocen el sector agropecuario y por las vicisitudes macroeconómicas del país están acostumbrados al trabajo dinámico para resolver problemas.

Desde hace al menos seis años en el sector agropecuario argentino se gestan empresas con base en tecnología digital que crean soluciones estratégicas, sostenibles e innovadoras para problemas y desafíos del agro: las Agtech

Esa mezcla, sostuvo en diálogo con LA NACION, cristalizó en una generación, de entre 35 y 45 años, con un talento que en otros sectores agropecuarios del mundo “no es tan agudo”. Ese talento, que está continuamente obligado a ser más eficiente, encontró en la digitalización la respuesta.

Transformar la libreta tradicional de campo en una aplicación que permite desde el celular monitorear los lotes; digitalizar el proceso de un tractor o maquinaria para poder hacer uso de esos datos; ayudar al productor agropecuario a entender la información de los mapas e incorporarlos en su vida cotidiana; son algunas de las propuestas que brindan estas empresas que, con beneficios concretos en ahorro de recursos y costos, facilitan la gestión del campo, además de aportar mejoras en el rendimiento de los cultivos y el cuidado del medio ambiente.

“Vimos que el productor pasaba mucho tiempo consultando diferentes aplicaciones del clima y dijimos por qué no agrupamos todo en una sola aplicación”

Para estas empresas, es clave tener una mirada global y lograr financiamiento. Para Juan Manuel Barrero, titular de Barrero y Asociados, uno de los principales estudios contables que presta servicios al sector agropecuario, si bien la Argentina “es un país que no ha sabido instrumentar o fomentar la instalación de fondos de inversión, el ecosistema local está muy acostumbrado a desarrollar proyectos para el mundo”.

Además de tener el talento, la mirada global y la formación para desarrollar soluciones de clase mundial, para salir a escalar y buscar nuevos mercados se necesita primero validar el producto o servicio y la Argentina “es un buen punto de partida” para estas firmas dice Barrero. A pesar de que las agtech surgieron y se desarrollaron en poco tiempo, ya ingresaron en el mercado externo y demuestran tener solidez en las estrategias de internacionalización.

Así lo reveló un estudio realizado por investigadores del área de Innovación de CREA (Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola) en forma conjunta con el Instituto Interdisciplinario de Economía Política de Buenos Aires (IIEP) sobre 63 empresas del rubro que operan en el país. Entre las firmas encuestadas, las que exportaron la primera venta la realizaron tres a cuatro años luego de su constitución formal y casi el 80% lo pudo seguir haciendo de forma ininterrumpida.

Asimismo, arrojó que más del 50% que declararon haber realizado exportaciones ya cuentan con oficinas administrativas y/o comerciales en países extranjeros o alguna representación a través de otra empresa.

Polo agroindustrial

La Argentina supo levantar en torno del Gran Rosario un complejo agroindustrial de procesamiento de granos oleaginosos referente en el mundo, con la soja en primer lugar. “Es moderno y eficiente, en donde la Argentina juega en primera porque somos el principal exportador de harina de soja, un producto de alto valor estratégico para los países, y el principal exportador de aceite del mundo; aún tenemos potencial para seguir creciendo”, comenta Luis Zubizarreta, presidente de la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (Acsoja).

Allí están localizadas 20 fábricas procesadoras de soja y girasol, 12 de las cuales cuentan con instalaciones portuarias. Los exportadores compran la soja y la industrializan, es decir la procesan para obtener, por un lado, la harina y, por el otro, aceite crudo, que una parte se trasforma en biocombustible y otra en aceite refinado. El 80% de lo que exporta la cadena de soja argentina son productos industriales.

En diálogo con LA NACION, Zubizarreta explicó que en el país se tomaron decisiones estratégicas y políticas de Estado que sirvieron para agregarle valor a sus exportaciones. “Fueron buenas y funcionaron”, dijo.

En los noventa, los derechos de exportación fueron eliminados para todos los cereales y quedaron reducidas para los granos oleaginosos (3,5%). Las alícuotas que quedaron para el grano de soja y girasol fueron para ayudar a la industria aceitera en la molienda y agregado de valor. Por otra parte, en esa década se disolvió la Junta Nacional de Granos, se privatizaron puertos y se invirtió en infraestructura.

Así se invirtió en la creación de algunas de las plantas de mayor tamaño a nivel internacional, algunas de las cuales cuentan con una capacidad de molienda cercana a las 33.000 toneladas diarias. La Argentina tiene una capacidad teórica de procesamiento de granos oleaginosos de aproximadamente 209.000 t/día.

“La Argentina juega en primera porque somos el principal exportador de harina de soja y el principal exportador de aceite del mundo”

En en el polo agroindustrial del Gran Rosario hay 20 fábricas procesadoras de soja y girasol, 12 de las cuales cuentan con instalaciones portuarias

Para la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), la Argentina “inteligentemente” armó una infraestructura industrial y portuaria para responder de manera eficiente a un producto cuya demanda mundial ha crecido el 101,2 % en los pasados 20 años, con una tasa 3,56% al año.

Entre los factores que influyeron e hicieron explotar la demanda de proteína vegetal y que la Argentina buscó satisfacer, Zubizarreta menciona el rápido aumento poblacional, el crecimiento económico de Asia, con China a la cabeza, y que se disparó el consumo de proteína animal que tracciona porque el ganado se alimenta con la proteína vegetal.

“Lo que favorece a la Argentina es tener un perfil exportador en el cual el grueso de la soja es exportado en harina o aceite. Esto nos pone en una mejor posición que muchos otros países porque nos permite llegar a más destinos, y no solamente a China, que es el gran comprador, casi exclusivo, de poroto de soja”, precisa.

Y agrega: “Si exportáramos principalmente poroto, como Brasil o Estados Unidos, dependeríamos esencialmente de lo que determine ese país. Cuanto más valor agregado tengan los productos más diversidad de destinos e incluso menos volatilidad. Eso nos da menos dependencia”.

“Este sector funciona y funciona bien, pero podría haber crecido mucho más en estos años y todavía tenemos el potencial si tomamos políticas correctas para que vuelva a crecer”, opina.

Siembra directa

Frente al cambio climático hay una demanda global latente para que todo lo que se produzca se haga con menor huella ambiental. La Argentina está en esta senda con la siembra directa.

“Con este sistema tenemos demostrado que podemos ser sumidero de carbono, igual que los océanos. Nos permite hacer una agricultura sustentable y, desde el punto de vista productivo, también nos otorga la posibilidad de captar más y mejor el agua de lluvia y ponerla a disposición de los cultivos”, explica Edgar Ramírez, coordinador del programa Internacional Aapresid.

Desde las primeras experiencias que se hicieron con ella a mediados de los años setenta, con inquietos ingenieros y productores en el sudeste de Córdoba, este sistema fue visto como fundamental para conservar la salud de los suelos: evitaba los procesos de erosión hídrica y eólica y, a su vez, permitía conservarlos en mejor condición hacia el futuro.

Si bien el país no fue el gestor y generador de la idea original, Roberto Peiretti, ingeniero agrónomo, considerado un pionero de la siembra directa en la Argentina, debido a que estuvo en la fundación de Aapresid, explica que la Argentina, junto a los países del Cono Sur, son los precursores en adaptar y adoptar este sistema dentro de su realidad productiva.

El sistema de la siembra directa está basado en tres grandes pilares o principios: la ausencia de labranzas o no remoción del suelo; mantener los suelos cubiertos con rastrojos o con cultivos y hacer uso de la rotación de cultivos más variada posible. Es un sistema en línea con el ambiente.

Entre las razones más relevantes que explican el por qué este sistema tomó tanto impulso en el país incluye “la necesidad de alcanzar rápidamente un nivel mayor de eficiencia para el proceso agroproductivo. Como modo de hacerle frente, y aun poder sobrevivir económicamente en muchos casos, a los desfavorables ambientes socioeconómicos de los países del Cono Sur”.

Esto se diferencia de los países de la Unión Europea. “En Europa, la agricultura, lejos de ser presionada económicamente por los gobiernos y por la sociedad, es en general fuertemente subsidiada y sostenida por la sociedad en su conjunto”, explica.

“Con la siembra directa tenemos demostrado que podemos ser sumidero de carbono, igual que los océanos”

La siembra directa es fundamental para conservar la salud de los suelos: evita los procesos de erosión hídrica y eólica y, a su vez, permite conservarlos en mejor condición hacia el futuro
Hoy en el mundo se estima que existen alrededor de 170 a 190 millones de hectáreas que utilizan el sistema. Alrededor de 80 millones, o más, se encuentran entre la Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. La Argentina tiene más del 90% de las tierras producidas bajo este sistema. El productor dijo que en muchos otros países del mundo las tasas de adopción son de una escala muchísimo menor. Por ejemplo, en Europa, muchos países solo tienen una tasa de adopción que no llega a los dos dígitos.

“Con todo esto comenzamos a ponernos bajo la lupa de distintas partes del mundo que venían a ver cómo se producía en Sudamérica”, detalla Ramírez. Fruto de ello, desde Aapresid fueron invitados a dar conferencias en China, Kenia, Nueva Zelanda, Europa del Este, incluso una comisión china visitó la Argentina.

“Nos dábamos cuenta de que no era efectivo porque con solo dar una charla su implementación no se terminaba de llevar a cabo”, señala. Fue así que nació en 2017 el Programa Internacional de Aapresid con la idea de “exportar” la siembra directa a los lugares que demanden el conocimiento y las tecnologías argentinas.

La idea es combinar el conocimiento argentino con la maquinaria que se exporta desde el país. El año pasado, la Argentina exportó su maquinaria a Australia, Bolivia, Brasil, España, Ghana, Nigeria, Sudáfrica, Rusia y Uruguay. En total fueron 91 máquinas por USD$ 6.328.961, según datos aportados por la Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícolas (Cafma).

El Banco Africano de Desarrollo convocó a Aapresid por esta tecnología, que se introdujo en Ghana, Ghinea e incluso hoy hay argentinos en Costa de Marfil, Sierra Leona, Angola y Uganda, por ejemplo.

“Con la pandemia se complicó, pero, por ejemplo, ahora estamos en Uganda con un proyecto un poco más ambicioso porque ya hay algo hecho y nosotros lo tenemos que mejorar”, explica y agrega: “Estamos convencidos que la siembra directa tiene potencial de éxito en cualquier parte del mundo que haya condiciones agroecológicas de producción y que como argentinos podemos ayudar a responder a la creciente demanda de alimentos, cuidando el medio ambiente”.

Hoy en el mundo hay argentinos que, además de llevar la genética argentina de soja, la siembra directa, el modelo de negocio de producción, también hacen punta con las silobolsas como solución práctica de los granos cosechados.

Cómo se puede potenciar el sector

Eliminar de las retenciones para impulsar la producción.
Estabilidad en las reglas de juego y compromiso de que no habrá cambios. Que se sancione la anunciada ley de fomento al agro para impulsar las inversiones.
Mejora de la logística interna y de exportación. La producción agropecuaria y agroindustrial es clave en el interior y se necesita mejorar la logística para que la llegada a las terminales tenga costos más económicos.
Mayores inversiones en tecnología. Para las decenas de startups y agtechs ligadas al sector hace falta que tome volumen el nivel de inversiones y que esas empresas ganen escala y relevancia internacional.

LA ARGENTINA QUE SÍ FUNCIONA

En estos tiempos de crisis y desazón, en los que abundan las aspiraciones migratorias, en especial entre los jóvenes, LA NACION continúa con una serie que propone un abordaje en profundidad de aquellas áreas, desarrollos y valores en los que el país encuentra mayor potencial y fortalezas. La idea es rescatar aspectos que convierten a la Argentina en un país con presente, pero, sobre todo, con futuro. El objetivo, por supuesto, no es negar ni relativizar los graves problemas que nos atraviesan, estructurales o coyunturales, de los que informamos a diario en todas las plataformas, sino poner un foco especial en la Argentina que sí funciona y ofrece oportunidades.

Ese país también existe: abarca desde desarrollos de vanguardia en ciencia y tecnología hasta creatividad y talento en la industria cultural. Está hecho de empuje innovador en la economía del conocimiento, y reconoce un enorme capital en los fuertes vínculos de amistad y familiares que definen nuestros rasgos identitarios. Incluye desarrollos de avanzada en la agroindustria y proyectos innovadores en los campos de la energía, el turismo y el deporte.

El propósito de la serie es analizar en profundidad cuáles son los activos que forjan esa idiosincrasia y potencian esas industrias que nos enorgullecen como argentinos. La serie también busca destacar propuestas que enriquecen esas ventajas comparativas, con el objetivo de que los ejemplos virtuosos sean cada vez más potentes y alcancen su máximo desarrollo.

La Argentina que sí funciona se publica en todas las plataformas de LA NACION y tiene una narrativa digital innovadora, al servicio del periodismo de profundidad.

Por Pilar Vázquez
Fuente: La Nacion