A escala mundial, los bosques albergan más del 75 % de las especies de flora y fauna terrestres, lo que los convierte en grandes reservorios de biodiversidad. Además, son ambientes que realizan contribuciones esenciales para la vida y el desarrollo de las sociedades rurales y urbanas. Sin embargo, a pesar del reconocimiento de su importancia, existen amenazas que ponen en riesgo su conservación. En este sentido, un estudio realizado por investigadores del INTA Paraná y del Conicet busca contribuir a su gestión integral.

“La pérdida y degradación de los bosques nativos por deforestación, introducción de especies exóticas, contaminación y sobreexplotación afecta significativamente las dimensiones ecológicas y sociales vinculadas a los mismos”, expresó Ignacio Rojido, becario doctoral del Conicet en el INTA Paraná –Entre Ríos–, quien advirtió que, entre 1990 y 2020, en el mundo se perdieron 420 millones de hectáreas de bosques, a pesar del reconocimiento por sus beneficios globales.

En el caso de los bosques nativos del Espinal entrerriano, se estima que, en poco más de 100 años (1914 a 2016), se perdió el 70 % de su superficie. En los bosques remanentes (1.330.000 hectáreas), predomina la cría extensiva de ganado, desarrollada fundamentalmente por productores familiares que realizan también otras actividades, como apicultura, extracción de leña, producción láctea, cría de animales de corral, caza y recolección de frutos silvestres.

“Estos productores son actores clave para el manejo y la conservación de este ecosistema, ya que poseen una relación directa y compleja con el bosque. Pero, además, son importantes otras personas que intervienen en su manejo y conservación, como investigadores, extensionistas y funcionarios encargados de la implementación de políticas públicas vinculadas a los mismos”, señaló Rojido.

Con la premisa de contribuir con una gestión adecuada de estos bosques nativos, que incorpore múltiples dimensiones y valores, “llevamos adelante este estudio en el marco de la tesis de Ignacio para evaluar cómo estos actores se relacionan y perciben a este socio-ecosistema”, indicó Sonia Canavelli, especialista en gestión ambiental del INTA y codirectora del proyecto.

Mediante entrevistas a productores ganaderos familiares y otros actores (investigadores, extensionistas y funcionarios, agrupados como “especialistas” en el estudio), el estudio exploró sus percepciones sobre los beneficios brindados por el bosque y la incidencia de la degradación sobre la capacidad del bosque para proveerlos. “Esta información sirve de base para orientar el desarrollo de propuestas de manejo y gestión sostenible, tendiente a compatibilizar el uso con la conservación”, expresó Canavelli.

De acuerdo con Rojido, “tanto los productores ganaderos como los especialistas reconocieron un amplio espectro de contribuciones del bosque para las personas, que incluyeron beneficios propios y contribuciones para la sociedad en general. Por ejemplo, entre los más de 30 beneficios identificados, podemos mencionar: regulación del ciclo del agua, purificación del aire, refugio para el ganado y para la biodiversidad. Además del contacto con plantas y animales, el sustento de las tradiciones y costumbres y la provisión de múltiples recursos materiales, como ser pasto, leña y flores para la producción de miel, entre otros”.

De este modo, el bosque del Espinal contribuiría no solo con el bienestar de los productores sino también con el resto de la sociedad. Asimismo, “estos actores reconocieron que el estado de conservación del bosque incide sobre su posibilidad de proveer beneficios, por lo que un bosque degradado, tiene una menor capacidad para brindar los beneficios reconocidos por los productores y los especialistas”, aseguró Rojido y añadió: “Estos resultados reflejan que es central abordar los procesos que provocan la degradación del bosque para favorecer la provisión de beneficios productivos, sociales y ambientales”.

El estudio trasciende los límites de la provincia de Entre Ríos y contó con la dirección de Christopher Anderson, investigador del CADIC-CONICET y profesor de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, y con el apoyo de Daniel Cáceres, investigador del CONICET y profesor de la Universidad Nacional de Córdoba, quienes contribuyeron a poner un foco en la dimensión humana de este sistema socio-productivo en una ecorregión prioritaria para la producción y la conservación.