Tal vez en los últimos 50 años la economía argentina entró en la decadencia más acelerada. Antes del Rodrigazo de 1975 hubo crisis económicas, pero tal vez ese Rodrigazo marcó el punto a partir del cual se aceleró la decadencia argentina y entramos en un proceso en el cual la inflación se aceleró a tres dígitos anuales, alcanzando la hiperinflación en 1989 con lo cual se perdió por completo la capacidad de tener una moneda, entre otras cosas.

Los procesos históricos no tienen cortes categóricos, por eso son procesos y se hace difícil establecer un año a partir del cual Argentina entra en esta larga decadencia. Algunos pueden argumentar que fue con Perón que Argentina entró en el desabarranque definitivo, sin embargo para explicar por qué apareció un Perón hay que retroceder en el tiempo para explicarlo.

Podemos decir que en la década del 30 comienza la decadencia económica argentina y con Perón se acentúa, pero el mundo cometía locuras económicas en esos años a raíz de la crisis del 29.

Y para explicar la aparición de esa ideología nacionalista en la década del 30 hay que mirar el mundo y hasta tal vez algo más atrás la educación argentina.

Como se ve, es muy difícil poder dar una respuesta concreta para determinar el inicio de nuestra decadencia, pero sí se puede establecer cierto puntos de comparación históricos, debatibles por cierto, para entender qué nos pasa.

Sabemos que el PBI de Argentina en 2020 se ubicó en el mismo nivel que en 2007. Es decir, es como si hubiésemos retrocedido 13 años en el tiempo. Ya superamos la famosa década pérdida y tenemos 13 años perdidos, al margen de que hace una década que la economía argentina está estancada.

Pero también sabemos que la ausencia de moneda, de seguridad jurídica, de regulaciones, confiscaciones, prohibiciones, sindicalistas que boicotean las empresas para que no puedan trabajar y el habernos cerrado al mundo nos llevó a una ausencia de inversiones que se traduce en desocupación, pobreza e indigencia.

Gráfico 1


En base a datos de la Fundación Norte y Sur, INDEC y estimaciones propias, el gráfico 1 muestra la inversión per cápita en los últimos 50 años. El 2020 terminó con una inversión per cápita 4,8% menor a la crisis de 1975. Es decir, en 2020 se invirtió menos capital por persona que en la gran crisis de 1975.

Solo hay dos años en los que la inversión per cápita fue menor a la de 2020. En 1989/90 con las llamaradas hiperinflacionarias y en la crisis del 2002.

¿Por qué es importante tomar la inversión per cápita en vez de la inversión/PBI? Porque marca el stock de capital con que cuenta cada trabajador, stock que cuanto mayor sea, más productividad tendrá el trabajador y mejor salario dispondrá.

No es casual que el consumo privado per cápita muestre un comportamiento similar al de la inversión per cápita.

Gráfico 2


Nuevamente, en pesos constantes de 2004, en 2020 el sector privado tuvo un consumo por habitante que fue el 1,1% menor al de 1975, con el Rodrigazo siempre como referencia. Obviamente que el momento más crítico de los últimos 50 años lo encontramos en la hiperinflación.

El gráfico 2 muestra como entre 2003 y 2011 el consumo privado crece fuertemente de la mano del viento de cola que permitió financiar el populismo. Esa trepada es la que le da el piso del 30/35 por ciento de apoyo al kirchnerismo por más corrupción que se demuestre que hubo en ese período. La gente nunca se planteó, ni tiene porqué hacerlo, si ese auge de consumo era sustentable en el tiempo o estábamos desperdiciando un momento histórico fundamental para entrar en la senda del crecimiento.

Se podrá argumentar que en 2020 hubo una pandemia que explica la caída en la actividad y no es comparable a 1975 en que no había pandemia. Sin embargo, recordemos que en 1975 Argentina ya estaba en medio de una guerra civil, con los terroristas que habían tomado gran parte de la provincia de Tucumán, de ahí el famoso decreto 261/75 por el cual María Estela Martínez de Perón y sus ministros ordenan el operativo Independencia.

Posteriormente se produce el ataque al Regimiento de Monte 29 en Formosa, exactamente el 5 de octubre de 1975, con 30 muertos entre conscriptos, militares de grado y terroristas. Y ni que hablar del ataque al regimiento de Monte Chingolo, el asesinato del dirigente sindical Rucci y otros casos para citar en esos años de gobierno de Perón e Isabel Perón.

Lo cierto es que el país estaba en guerra civil con el terrorismo intentando derrocar por a tiros y bombazos a la entonces presidente Isabel Perón como se la conocía. De manera que, si bien es cierto que en 2020 se inició la pandemia, en 1975 el país estaba en guerra civil, que ya venía de antes, y el ambiente no era el mejor para invertir en Argentina. Es más, eran años en que los ejecutivos de nacionalidad extranjera que estaban en Argentina al frente de empresas del exterior, dejaban el mando en presidentes nacionales y se marchaban por los riesgos que implicaba permanecer en el país.

La descripción anterior no significa decir que 1975 era igual a 2020, son contextos históricos diferentes, pero sí son comparables en términos de dos años críticos: uno con pandemia muy mal manejada y otro con un ataque terrorista que quería tomar el poder y derrocar a un gobierno democrático desatando una guerra civil. En otras palabras, no es que en 1975 se vivía momentos de alegría, tranquilidad y paz.

En definitiva, el gráfico 1 refleja claramente por qué estamos en decadencia. Entre 1975 y 2020 el PBI creció a una tasa promedio anual del 1,48%, la población al 1,2% y la inversión al 1,1% anual. Es decir, la población creció más rápido que la tasa de inversión con lo cual la economía argentina tiene baja productividad porque el stock de capital es reducido por persona.

En términos relativos, es como si en el resto del mundo hicieran pozos con máquinas excavadoras y aquí se usaran palas y, encima, cuando se rompe una pala no se la repone. La productividad por persona es menor acá y el resultado no puede ser otro que el estallido de la pobreza y la desocupación.

¿Por qué caímos en esta locura? Porque el populismo se encargó de destrozar la calidad institucional y con eso espantó las inversiones derivando en este proceso de subdesarrollo sustentable. Único caso en el mundo contemporáneo.

Fuente: Economía para Todos