Actualmente, sabemos que existe una preocupación generalizada por el cuidado del ambiente, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), el calentamiento global, y constantemente la sociedad busca que se generen políticas públicas para contrarrestar los efectos del cambio climático. Es sabido que el agro contribuye con el 37% de las emisiones de GEI, y es por ello que, año tras año, se evidencia una mayor concientización y preocupación de los miembros de este sector para reducir las emisiones que tienen la producción agrícola y ganadera.

El Protocolo de Kioto es un acuerdo internacional que tiene por objetivo reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero (GEI). El protocolo fue adoptado el 11 de diciembre de 1997 en Kioto, Japón, pero no entró en vigor hasta el 16 de febrero de 2005. La reunión oficial de todos los Estados parte del Protocolo de Kioto es la Conferencia de las Partes (COP).

En la COP realizada en París, en 2015 (COP 21) se estableció un marco global para evitar un cambio climático peligroso, denominado “Acuerdo de París”. Las principales metas que busca alcanzar son: a) Mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2°C y esforzarse para limitarlo a 1,5°C, respecto a los valores preindustriales; b) Aumentar la capacidad de adaptación, promover la resiliencia y un desarrollo con bajas emisiones; y c) Situar los flujos financieros en un nivel compatible. El Acuerdo de París requiere que todas las Partes presenten sus metas a través de “contribuciones determinadas a nivel nacional” (NDC) que deben ser reportadas cada año. La mayor parte de los países desarrollados e instituciones supranacionales fomentan y valoran la comunicación voluntaria de la huella de carbono, como un primer paso.

Argentina ha suscrito estos acuerdos y los efectos de sus disposiciones le son plenamente aplicables. Además, fue el primer país del mundo que revisó su NDC y presentó una contribución revisada, consensuada y transparente en la COP22 de 2016. En el marco de la Cumbre de Ambición Climática y a 5 años del Acuerdo de París, el 12 de diciembre de 2020 el gobierno argentino anunció una ambición casi un 26% más alta en la NDC para 2030, y reafirmó el compromiso de ser carbono neutral 20 años después, en 2050.

El equipo del INTA y del INTI lleva varios años estudiando estos temas, y participan en la Plataforma Huellas Ambientales del INTA, que mide la huella de carbono en las cadenas de valor agroindustriales. Los métodos utilizados en este trabajo siguen las normas ISO 14067 (ISO, 2013) y las directrices del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, 2019).

Producto de este trabajo, se encontró que la Huella de Carbono de la producción primaria del trigo de Argentina resultó en 146,5 kg CO2 eq/t de trigo en la puerta del campo. Considerando esta misma huella según distintos niveles tecnológicos analizados, resulta en 145,5 kg CO2 eq/t en el nivel Alto de tecnología; 144,6 kg CO2 eq/t en el nivel Medio de tecnología y 169,1 kg CO2 eq/t de trigo en el nivel Bajo de tecnología.

A la huella del trigo en tranquera de lote se le suman 38 kg CO2 eq/t por el transporte para llegar al puerto de exportación, lo que resulta en un total de 184,4 kg CO2 eq/t de trigo en el puerto.

Por otro lado, en la industria, los resultados indican una Huella de Carbono de 343 g CO2 eq/kg de harina en el cliente del molino harinero.

A su vez, la Huella de Carbono de 1 kg de pasta seca de sémola en el cliente del molino fideero resultó ser de 541 g CO2 eq/kg de pasta.

Uno de los resultados más interesantes de este trabajo, fue que la fertilización nitrogenada es el punto más importante sobre el cual se debe actuar para disminuir la huella de carbono a campo. Una de las maneras de lograr este objetivo, es la introducción de leguminosas en la rotación de cultivos.

El segundo punto en importancia para la reducción de la huella de carbono, es el consumo de gasoil en los procesos de producción agrícola. Para ello, es clave la elección del sistema de laboreo, así como del tractor adecuado y su mantenimiento.

Pensando a largo plazo, una alternativa productiva potencial serían los cultivos perennes de trigo, ya que no sería necesario sembrar cada año, como así también los motores de bajo consumo y emisiones.
Una de las conclusiones a la que llegaron los autores, es que todas las estrategias orientadas a mejorar los rendimientos, van a disminuir la huella de carbono de la cadena del trigo. Esto puede transformarse en un incentivo para que cada vez más productores sumen mayor nivel tecnológico a su producción.

Visto los resultados obtenidos, desde ArgenTrigo estamos orgullosos de haber abordado este desafío de conocer la huella de carbono de la cadena de trigo, acompañados por un excelente grupo de especialistas en la materia. Los resultados muestran que los niveles de emisión de CO2 eq de nuestra cadena, se encuentran por debajo de los valores internacionales. Esto, acompañado de políticas nacionales permitiría lograr un mejor posicionamiento de nuestras exportaciones frente a nuestros competidores, y la apertura a nuevos mercados.

Gráfico 1. Huella de Carbono del trigo de Argentina (CO2 eq/t)

Gráfico 2. Huella de Carbono de la pasta seca (CO2 eq/kg)

Gráfico 3. Huella de carbono de la harina pan (CO2 eq/kg).