La soja sigue con buenos precios.

Puede ser que haya otras bajas en los precios internacionales, pero la tendencia se mantiene firme.

Hay cuatro patas para que sea así.

En primer lugar, está el problema de los stocks en EE.UU.

Recordemos que el nivel del stock final calculado en febrero por el USDA, de 3,25 millones de toneladas, se encuentra por debajo de los 3,80 millones de enero.

Para ser más claros: las existencias finales se mantienen en un nivel inéditamente reducido.

Otra pata, viene por el lado del petróleo. Habrá habido bajas, pero la mejora del precio del crudo es evidente.

Veamos la evolución del precio (datos macro.com), donde se nota con claridad cómo fue bajando hasta el mes de abril pasado y cómo empezó a recuperarse, sin que hasta la fecha se note una visible tendencia negativa.


Y como dijimos existe una tercera pata.

Se trata del valor del dólar, ciertamente depreciado. Pese a algunos movimientos, esporádicos, alcistas, la realidad es que hasta ahora no se visualiza una suba persistente.

El gráfico que sigue (investing.com) muestra en forma muy puntual, porque se trata de los últimos 25 días, cómo se mantiene el índice dólar. Los movimientos parecen bruscos, pero no lo son, dado que el período tomado es muy corto. De 89.000 a 91.400.


Y… ¿cuál es la última pata? Todos adivinarán: la demanda china que no cesa. Algo sobre lo que hemos comentado mucho, en anteriores informes.

Asi es que el precio de la soja viene desde agosto manteniendo una sostenida tendencia a la suba. Y desde enero, no muestra una tendencia demasiado firme a la suba. Pero tampoco a la baja.

Acá va el gráfico que lo muestra (precios en dólares por bushel, EE.UU.)


Todo ello es una excelente noticia para la Argentina que está experimentando un fuerte repunte en la entrada de divisas.

Y, a su vez, contribuye a darle cierta sustentabilidad al “plan” del gobierno de “anclar” el dólar para frenar la tasa de inflación.

Por eso, el ritmo de devaluación viene en baja. En el primer bimestre, el peso se depreció un 6,32%, cuando la inflación minorista habría promediado un 7,3%.

Obviamente, los problemas no se han solucionado. Ni mucho menos.

La brecha cambiaria es un buen termómetro. La distancia entre el peso mayorista y el marginal es actualmente de alrededor del 60%. Ciertamente, se trata de la más baja desde mediados del año pasado.

Pero, pese a ello, es alarmantemente elevada. Y lo es por la persistente demanda de dólares fuera del sistema formal.

Así estamos, señores.

Se acerca la cosecha y los precios no presentan demasiadas sombras en el plano internacional. Por ahora. En todo caso, las sombras más dañinas pueden provenir de adentro.

En estos tiempos, la palabra “alerta” debería guiar nuestras vidas.