En Estados Unidos, el nuevo oleoducto Keystone XL, que va desde Canadá hasta Nebraska, se ha retrasado por problemas ambientales. El oleoducto Dakota Access, que une Dakota del Norte con Illinois también se ha retrasado y el oleoducto del Atlántico, que habría llevado gas a Virginia y a Carolina del Norte, fue cancelado por cuestiones ambientales. La síntesis de esto es simple: las emisiones de carbono y los combustibles fósiles son un mal negocio.

Muchas empresas, como Delta Airlines, que anunció el objetivo de convertirse en la primera aerolínea del mundo neutra en emisiones carbono, quieren ser éticas con el planeta pero todavía dependen de las energías fósiles. Delta emite alrededor de 37,7 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono al año, lo que la convierte en la segunda aerolínea más emisora ​​de CO2 del mundo. Y si tiene la intención de lograr un estado de carbono neutral en diez años a partir de marzo de 2020, mitigando todas sus emisiones, la pregunta es como lo hará. Simple. Comprando millones de dólares en compensaciones de carbono a otras empresas que invierten en proyectos medioambientales para contrarrestar el carbono emitido.

Los créditos de carbono (CC) son fáciles de entender. Una empresa como Delta puede comprar créditos de carbono, lo que le permite compensar la cantidad de carbono que emite quemando combustible en sus turbinas. En efecto, se trata de una ‘licencia para contaminar’.

Técnicamente, los CC son concesiones reglamentarias para las emisiones y se pueden comprar y vender en un mercado. Los CC le ponen precio a las emisiones de carbono: las hacen caras, lo que obliga a la innovación para reducir el costo de pagar el carbono, por ejemplo mediante la expansión de las energías renovables. Esto no es nuevo. Ya en 1997, el Protocolo de Kioto creó el Mecanismo de Desarrollo Limpio para comercializar carbono. La UE tiene su propio Sistema de Comercio de Emisiones. Aunque solo representa el 16% de las emisiones mundiales, funciona.

El carbono como activo

El Banco Mundial ha recomendado un valor de U$S 40 a U$S 80 por tonelada para el comercio de carbono. Krane Funds lanzó un nuevo ETF de carbono para rastrear el desempeño de los tres créditos de carbono más líquidos del mundo. Rastrea el HIS Market Global Carbon Index, que es el punto de referencia para el precio global del carbono.

Según el Índice de carbono global de IHS, el precio ponderado global de los créditos de carbono se ubica en U$S 25,56. Este valor implica que una inversión realizada en 2018, cuando se lanzó el índice, arroje un ganancia del 132%, nada mal.

Pensemos en una empresa como BP, que emite 2 millones de toneladas de carbono cada año sólo en Portugal. La compañia ha decidido comprar créditos de carbono para compensar todas las emisiones asociadas con los combustibles que vende en Portugal. BP básicamente deberá gastar unos 50 millones euros por año para cumplir con ese compromiso.

Larry Fink, cofundador de Blackrock, la administradora de activos más grande del mundo con una cartera de U$S 7,81 billones (trillones en nomenclatura anglosajona), dijo en una carta a las empresas que «el cambio climático se ha convertido en un factor definitorio en las perspectivas a largo plazo de las empresas». Más significativamente, dice que «Blackrock pondrá la sostenibilidad en el centro de su enfoque de inversión».

Según el periodista especializado en finanzas, Kalu Aja, Fink se refiere con ‘factor definitorio’ al comercio de carbono, lo cual lo convierte en una clase de activo importante a tener en cuenta. Y se pregunta ¿Cuál es la huella de carbono de la refinería de Dangote y sus fábricas de cemento, en qué año será necesario que Dangote compre compensación? No falta mucho», responde.

Fuente: BioEconomía.info