Bueno, finalmente, el mercado llegó al punto cantado.

Hasta el viernes pasado, la suba -que venía de varios días atrás- fue impresionante. En Chicago acumularon un alza mensual, para los principales granos, cercana al 15%, en promedio. El precio del maíz fue el que más subió aunque el de la soja le estuvo pisando los talones.

Este lunes 21 de septiembre, se rompió el encanto. Y así arrancó la semana con acentuadas bajas en los futuros de los tres principales commodities agrícolas, en Chicago. Obviamente, ellas golpearon sobre los precios en el mercado doméstico.

¿Qué pasó? Vino la toma de ganancias, anunciadas en esta columna, porque lógicamente, los precios habían subido estrepitosamente.

Además, se ha vigorizado la preocupación del mercado sobre la posibilidad de una segunda ola de coronavirus en los principales países compradores y/o consumidores de alimentos.

Los operadores, temerosos de un incremento en la pandemia a nivel global, prevén la posibilidad de medidas de gobierno que obstaculicen el tráfico internacional.

Así todo, la baja no fue tan pronunciada como esperábamos por el efecto positivo de nuevas ventas de soja desde EE.UU. a China. Veremos qué sucede en los días venideros. En principio, y al menos, la racha alcista se habría detenido.

Pese a todo, prevemos una elevada posibilidad de un mercado externo relativamente sostenido a consecuencia de la demanda del sudeste asiático, fundamentalmente de China.

Si no se agrava el miedo por una nueva ola de Covid-19, sería razonable que la demanda global creciera, luego de varios meses donde ésta se mantuvo ralentizada.

Una reactivación de los principales países del mundo generaría un considerable aumento del consumo y, por ende, de las importaciones de soja.

No olvidemos que hubo un fuerte freno en el consumo de alimentos usualmente concretada afuera del hogar de muchas familias. Es decir, en el consumo desde restaurantes, bares, hoteles, etc. Y desde los aeropuertos y aviones y de todo lo relacionado con el turismo.

Se agrega a esta demanda reprimida, lista para despertase, la debilidad del dólar que permite un aumento de la competitividad de las exportaciones estadounidenses y, a su vez, un incremento en el poder adquisitivo de los mercados importadores.

Potencia la posibilidad de precios sostenidos, la entra del capital financiero que buscan mercados con potencial alcista, en un mundo donde hay un dólar débil y la mayoría de los otros activos sin grandes perspectivas de subas. Así las cosas, el destino en commodities agrícolas es atractivo.

El cuadro que sigue es elocuente. Y muestra la debilidad actual del dólar estadounidense, algo muy conveniente para las exportaciones argentinas.

Las exportaciones, fundamentalmente, de soja hacia China se están concretando en niveles superiores a las expectativas, dada la necesidad de recomponer stocks y en vista del aumento de la demanda doméstica, sobre todo la alimentación del ganado porcino.

La oportunidad para nuestro país, hoy, es mayúscula, pues Brasil no tiene ya soja para exportar. No tiene volumen por las ventas realizadas hasta la fecha con destino a China y por su demanda doméstica.