Según datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) divulgados este miércoles, imágenes de satélite detectaron en junio un aumento del 19,57 por ciento en el número de fuegos dentro del bioma con respecto al mismo mes de 2019, cuando hubo 1.880.

Junio es el segundo mes de una época seca que en el mayor bosque tropical del planeta, que ocupa el 60 por ciento del territorio brasileño, se extiende hasta septiembre.

Entre mayo y junio, se reportaron 3.077 fuegos en la selva amazónica, un 12,5 por ciento más frente a los mismos meses del año pasado, y las previsiones para julio, agosto y septiembre son pesimistas después de los altos índices de deforestación registrados en este 2020.

No obstante, la cifra de junio pasado aún está muy lejos de los casi 31 mil incendios que hubo en agosto de 2019.

“Desgraciadamente, el escenario diseñado a partir de las alertas de deforestación y de los incendios indica que estamos en una tendencia creciente enorme”, dijo Rómulo Batista, portavoz de Greenpeace en la Amazonía.

Mientras, el vicepresidente brasileño, Hamilton Mourao, se reunió este miércoles con representantes de la Cámara de Comercio de EEUU, a los que les expuso “las políticas comerciales” relacionadas con la Amazonía, a fin de obtener “inversiones” para la “realización de proyectos” dentro de la región.

Los incendios en la Amazonía, al tratarse de un ambiente extremadamente húmedo, siempre son por regla general provocados por el ser humano, según Batista.

Las quemadas en la selva pueden ocurrir en tres escenarios. El primero de ellos como una forma de renovar los pastos y cultivos con la quema de los rastrojos.

También aparecen focos en áreas que han sido previamente deforestadas, uno de los grandes problemas que afronta la Amazonía y que se ha agravado en los últimos tiempos, especialmente desde que el ultraderechista Jair Bolsonaro llegó al poder en 2019.

Y por último como un instrumento en sí para deforestar zonas de selva más degradadas y secas, en las cuales el fuego puede prender y extenderse con mayor rapidez.

Las ONG ya habían alertado de que el avance preocupante en los índices de deforestación puede desembocar en una tragedia mayor que la de 2019, cuando las imágenes de los fuegos devastando grandes áreas de selva dieron la vuelta al mundo.

En 2019, la tala de árboles se disparó un 85 por ciento hasta alcanzar los 9.165 kilómetros cuadrados, su mayor nivel desde 2016, de acuerdo con el INPE. Ese año se registraron cerca de 90 mil incendios, un 30 por ciento más que en 2018.

LA TENDENCIA SIGUE EN 2020

El desastre vivido en la Amazonía en 2019 desató las críticas de la comunidad internacional y la sociedad civil ante la inacción de Bolsonaro, quien defiende la explotación de los recursos naturales en toda la Amazonía, incluidas las reservas indígenas.

El gobernante ultraderechista llegó a poner en duda los datos oficiales de deforestación y se ha comprometido durante su mandato a no homologar más tierras indígenas.

Su cuestionada política medioambiental ha puesto en riesgo la ratificación del acuerdo comercial que alcanzaron el Mercosur y la Unión Europea (UE) el año pasado.