Lamentablemente este hecho de vandalismo se inscribe en los múltiples ataques de similares características que han sufrido en los últimos meses productores agropecuarios de Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, entre otras provincias.

Sin dudas este ataque cobarde con la sola intención de dañar -ya que no existió robo-, es la consecuencia de un discurso que viene bajando hace años desde un sector político que ve al campo como un enemigo.

En ese marco hemos observado reiteradamente como se encasilla al productor como un especulador, un egoísta y tantas mentiras más, olvidando por completo que en un país donde la imprevisión y la inflación dominan la escena, el acopio de cereal es usado para ir cumpliendo con las obligaciones, pagar la próxima campaña -porque el productor invierte y produce año a año- e ir subsistiendo.

No cabe duda alguna que esta actitud vandálica y dañina tiene raíz en esos relatos estigmatizantes y carentes de realismo que han intentado dividir a la sociedad argentina en relación a la actividad agropecuaria con el sólo fin de sacar un espurio provecho político sin importar las consecuencias.

Justamente, parte de esas consecuencias las hemos vivido hoy, por lo que condenamos profundamente estos atentados con la propiedad privada, casualmente cuando ésta ha sido amenazada recientemente con intentos de expropiación que son de público conocimiento.