En sincronía con la magnitud del desastre, la comunidad de profesionales encargados de asistir a los enfermos, abrumados por la falta de ventiladores mecánicos y la necesidad de incorporar al algoritmo del triage la opción de escoger cual paciente recibiría asistencia ventilatoria mecánica y cual no, comenzó a analizar ─y, en ocasiones, a implementar─ la práctica de compartir un único ventilador mecánico para dos o más enfermos.

Esta modalidad cuenta con referencias anecdóticas y ensayos de incierta extrapolación al escenario clínico. Más aun, en forma coordinada y contundente, los investigadores y asociaciones más influyentes del mundo científico en la materia, juntaron sus voces para desalentar esa práctica.

La imposibilidad de generar una ventilación adecuada e individualizada a cada paciente es, sin lugar a duda, el argumento más sólido para objetar esta práctica. Sin embargo, con el visto bueno de agencias como la FDA, varios grupos de trabajo distribuidos por el mundo afrontaron el desafío de resolver el dilema y explorar la opción de ampliar la capacidad ventilatoria de los respiradores disponibles para afrontar el posible déficit de equipamiento en caso de catástrofe.

En ese marco, el rector de la UBA armo un proyecto interdisciplinario con los decanos de las distintas Facultades, con el respaldo de Ubatec. El doctor Alejo Pérez Carrera, decano de la Facultad de Ciencias Veterinarias, convocó a la Cátedra de Anestesiología y Algiología a cargo del doctor Pablo Otero para participar del proyecto.

La elección se debió a que la FCV cuenta con uno de los más modernos y equipados laboratorios de ensayos clínicos y un grupo de profesionales altamente especializados en ventilación mecánica de modelos animales con patologías pulmonares severas, que integran Lisa Tarragona, Martin Ceballos y Andrea Zaccagnini.

Desafíos del nuevo desarrollo

El proyecto consistió en poner a punto y evaluar la habilidad de un nuevo dispositivo, diseñado por el Laboratorio de Fluidodinámica (LFD) de la FIUBA para ampliar las capacidades de los respiradores mecánicos y permitir la ventilación simultánea de dos pacientes.

"Esto que en principio parece sencillo, es realmente complicado; el proyecto enfrentaba originalmente varios desafíos. ¿Cómo individualizar la ventilación de cada paciente, siendo que el respirador es solo uno? ¿Cómo convertir al dispositivo en un controlador del respirador sin afectar sus cualidades? ¿Cómo elegir las situaciones clínicas en las que el uso del dispositivo podría indicarse?", señaló Pablo Otero.

Para responder esas preguntas se realizaron una serie de pruebas que expusieron a la innovación, originalmente ideada y bautizada como ACRA (Ampliación de la Capacidad del Respirador Artificial) por Guillermo Artana, director del LFD, a diferentes ensayos y experimentos.

En menos de seis semanas de intenso trabajo, lograron concluir con las tres fases inicialmente planificadas. Primero, el diseño, la operatividad y la compatibilidad del dispositivo. Luego, los ensayos que fueron efectuados en complejos simuladores capaces de reproducir diferentes patologías, inclusive la producida por el COViD-19 y que tuvieron lugar en las sofisticadas instalaciones de la Asociación de Anestesia Analgesia y Reanimación de Buenos Aires (AAARBA). Finalmente, el paso más complejo: los ensayos biológicos que sumaron toda la complejidad a la que deberá ser expuesto el dispositivo de tener que emplearse.

Si bien existen en el mundo varios proyectos similares en curso, todos dejan importantes preguntas sin responder. Lo que diferencia al dispositivo ACRA de los demás presentados hasta la fecha es haber podido resolver la demanda de individualizar, en forma independiente, la ventilación de dos pacientes de manera simultánea, asegurar la compatibilidad con los respiradores disponibles en el mercado y satisfacer las necesidades clínicas terapéuticas ─en lo que a la ventilación mecánica refiere─ en los modelos de falla respiratoria aguda empleados en los ensayos.

"Sin embargo, lo más relevante de esta iniciativa fue ver como, grupos de estudio inicialmente inconexos, abocados a temáticas distantes de la pandemia, de un día para el otro mancomunaron los esfuerzos para que hoy la innovación pueda ser evaluada y validada por las agencias reguladoras y los médicos responsables del cuidado de los pacientes", destaca Pablo Otero.