Los tres días, apenas, que las dramáticas circunstancias de la salud pública mundial permitieron este año al campo expresarse en Expoagro sobraron, sin embargo, para identificar una vez más un fenómeno excepcional. Potenció tal relevancia, consolidada aquí y en el exterior como única en su tipo, el hecho de haberse realizado en un contexto de adversidades, alguna verdaderamente inesperada. En primer lugar, porque a 90 días de la asunción del nuevo gobierno el país carece todavía de un plan económico del que se infiera la dirección del camino por seguirse en los próximos cuatro años. Los pocos datos concretos anticipados informan de la voluntad de hacer pagar al campo, a través de la exacción de retenciones, por la incesante dilapidación de recursos de un Estado ineficiente y de proporciones elefantiásicas. El ánimo con el cual los expositores llegaron a San Nicolás no solo era de incertidumbre; también lo era de desaliento por el retorno a medidas fracasadas en el pasado y que tanto daño ocasionaron a las actividades agropecuarias.

En segundo lugar, porque una apresurada protesta contra la aplicación de esa vieja receta populista antes de que se agotaran los tiempos convencionales para la instancia dialoguista, llevó al gobierno nacional a boicotear a último momento la ya tradicional fiesta de San Nicolás, tomando más distancia todavía de un ámbito que había declarado entre el lunes y el jueves últimos el cese de la comercialización de granos y carnes. Se anuló así la presencia prometida de autoridades, contagiándose de tal forma a algunos gobernadores, menos sensibles a la dignidad que el federalismo confiere a las investiduras que a la temperatura de las relaciones de cada provincia con la Casa Rosada. Quedaron, pese a aquella reacción, abiertos los stands gubernamentales de la significación prevista desde hacía tiempo, como los del Banco Nación y Provincia de Buenos Aires. Eso llevó a revalorar la concurrencia de los gobernadores de Santa Fe y La Pampa, y de Guillermo Nielsen, presidente de YPF, cuyo nombre está inscripto en un acuerdo estratégico por tres años con la muestra.

Desde la apertura se percibió que nada arredra a los productores en la apuesta renovada por invertir en el campo. Hasta el cierre apresurado de la exposición, a raíz de la pandemia, el ritmo de las operaciones comerciales encaradas superó los cálculos más optimistas. En algunos casos se superaron los logros del año anterior, que encontró a Expoagro en medio de una cosecha récord.

Bancos, privados y públicos, proveedores de insumos, semilleros, fabricantes de maquinaria agrícola remozada con las últimas tecnologías, la industria automotriz y empresas de servicios se sumaron al unísono, es cierto, para estimular, entre tantas contrariedades convergentes, el espíritu emprendedor del sector más dinámico de la economía argentina.

Resulta inexplicable que voceros del campo hubieran entablado fuera de Expoagro polémicas públicas con provocadores profesionales, sin otro destino que darse de bruces por sí solos contra esa realidad admirable de actividades agropecuarias destacadas en todo el mundo por el nivel de desarrollo, capacitación y novedades permanentes. Las cuentas públicas del país lo atestiguan: primera fuente, a notable distancia del resto, en el abastecimiento de divisas de un país hoy sin inversiones ni crédito externo.

No ha habido versión de Expoagro desprovista de un eje que la calificara. En este caso, creemos, entre muchos nuevos hallazgos, que cabe anotar tres de primer orden. Uno, el robot pulverizador de Plantium, de solo 1000 kilos de peso, con lo que se reduce el riesgo de afectar a su paso la compactación de los suelos: capaz de realizar pulverizaciones selectivas de fitosanitarios sobre malezas sin dañar cultivos. Otro, resultante de la asociación de Invap con Cicaré y Marinelli: el Ruas 160, un helicóptero no tripulado para aplicación de agroquímicos desde el aire, con la exactitud de la telemetría y sensores de que dispone. Y último, y no menos relevante, el primer sistema de comercialización de fitosanitarios a granel que se haya desarrollado en la Argentina: fue presentado por YPF y concebido a fin de optimizar logísticas y reducir la huella de carbono.

En esta Expoagro hizo su primera presentación el Centro de Expertos del INTA, que brindará asesoramiento en cultivos extensivos, fertilidad de suelos, energías renovables, agricultura de precisión y planteos ganaderos. Se constituyó, también, la Mesa Nacional de Ingeniería Agronómica, destinada a trabajar en la preservación del ambiente, la salud humana y los sistemas agroalimentarios.

Entre las 550 empresas expositoras y los miles y miles de visitantes, entre ellos, los embajadores del Reino Unido, la India y Sudáfrica, que concurrieron al predio municipal de San Nicolás, en el kilómetro 225 de la ruta nacional 9, una voz resumió acertadamente el espectáculo que se ofrecía a sus ojos. Fue la de Fernando Vilella, exdecano de Agronomía de la UBA y catedrático de Agronegocios: "No alcanza con Vaca Muerta (y menos en la encrucijada actual de la economía mundial); necesitamos de Vaca Viva, de biofenómenos como este, en un mundo que desde 1960 ha pasado de una población de 3000 a 7400 millones de seres y ha conseguido, sin embargo, que el consumo de proteínas aumentara de 30 a 60 kilos per cápita".