Esa medida opaca, que copian oficialistas y opositores y viceversa, generó y genera una gran retracción en el campo que es uno de los pocos segmentos que produce, además de alimentos, recursos frescos y trabajo genuino.

Se suma, a esta constante de gravarnos con más impuestos, la total ausencia de una planificación para la producción que amalgame la ecuación económica del país y el campo pero contemple, necesariamente, su proyección en el tiempo considerando las variables del consumo per cápita, su aceleración o desaceleración, el crecimiento demográfico, los mercados y, claro está, el impacto del cambio climático.

La intervención de estos ejes de análisis, y una planificación que nos permita trazar hoy el campo de 2030, nos permitirá llegar al mañana con diagnósticos ciertos, políticas apropiadas y las herramientas necesarias para asegurarle al campo el futuro que tiene y puede darle al país.

No pensar hoy el campo de acá a diez años es quedarnos empantanados en la fracasada receta de un esquema impositivo tan viejo e ineficaz, excesivamente voraz y absolutamente injusto.

Es tiempo que la política se ponga los pantalones largos y diseñe una nueva ley impositiva, acorde a los tiempos de hoy porque los parches ya no alcanzan a remendar tantos yerros.

Los productores no pueden quedarse al costado del tiempo. Los avances tecnológicos, las demandas de los mercados del mundo y las de nuestro mercado interno, como las readecuaciones necesarias para abastecerlos y abastecer los nuevos mercados y costumbres necesitan una planificación. Logramos, con imaginación y mucho esfuerzo, ser competitivos tranqueras adentro y sin embargo, no podemos desentrañar la tremenda burocracia que nos frena tranqueras afuera.

Es tiempo que la política haga su autocrítica, no solo por la pobreza que le duele al país, sino también por las ineficiencias de sus medidas.

Los productores argentinos somos históricamente solidarios. Hemos aportado siempre y vamos a hacerlo en la certeza de que la medida sea justa y no confiscatoria. El campo también necesita que la política le dé una mano para que nuestros productores endeudados y sin financiamiento, salgan a flote. He allí, la posibilidad de este gobierno de aplicar en el sector agropecuario la justicia social que pregona y que nosotros, con los recursos que generamos, ayudamos a construir.