Las medidas económicas anunciadas e implementadas por el Gobierno, el horizonte de 180 días para algunas de ellas y la confirmación que el cepo cambiario vino para quedarse, al menos durante los próximos cuatro años, marcan un nuevo escenario de las reglas de juego que regirán para la actividad económica en general y el sector agroexportador en particular.

No hace mucho tiempo el productor tenía la chance de acceder a los dólares sin limitantes en la cantidad máxima de compra. Sin embargo, la actitud y la cultura del productor nunca fue vender su cosecha para comprar dólares, aun en un escenario de potencial baja en los precios de sus productos agrícolas.

Ahora nos encontramos con una situación muy distinta, donde el cepo a la compra de dólares (hasta 200 dólares mensuales) y la alícuota del 30% sobre el valor oficial de la divisa implican una segunda retención por sobre los derechos de exportación vigentes, del 30% para la soja y del 12% para el trigo y el maíz, en la medida que el productor decida convertir sus tenencias en dólares. Aún con esta mayor alícuota el máximo de compra sigue siendo de 200 dólares mensuales.

Existen otras alternativas como el contado con liqui o el dólar mercado electrónico de pago (MEP), éste último se refiere a la compra de bonos soberanos en dólares. En ambos casos, el dólar resultante es sustancialmente menor al dólar turista, pero sigue teniendo un valor muy por encima del dólar oficial.

Analizando la cultura del productor, en estas últimas décadas, y confirmando que siempre tomó como opción la estrategia de reserva de valor manteniendo el grano, es muy poco probable que el productor se vuelque en forma masiva a la compra de dólares vía contado con liqui o dólar MEP.

Estamos entonces ante un cambio radical en el sistema de comercialización de la cosecha, pues toda acción de venta por parte del productor implica hacerse de pesos. Estamos ante un caso de un mercado circular, donde todo gira alrededor del peso. El productor deberá concentrar su estrategia en los planes de canje, siempre asegurando la operación en kilos de granos contra la compra de insumos o los pagos de los servicios de siembra y cosecha.

Finalmente, el solo hecho del aumento en las retenciones implica para el productor una caída en los márgenes de ganancia y un aumento en los rindes de indiferencia para pagar los costos de producción, incluyendo labores, alquileres, insumos, cosecha y comercialización. Un rápido análisis de dónde debería el productor comenzar a ajustar sus costos indica que el costo del alquiler debería bajar en el actual contexto de mayor presión impositiva y de caída en los márgenes del negocio.