Si bien se abordaron temas de importancia como la exportación de carne, se dejó de lado o se tuvo una visión parcial y distorsionada sobre el consumo local, que es quien más sufre los avatares de la inestabilidad de precios y mayor impacto tiene en la canasta alimentaria de los argentinos.

Si bien el crecimiento de las exportaciones y la apertura de nuevos mercados son señales positivas, la caída del consumo local y el incremento de precios producto de la devaluación de nuestra moneda es el objetivo que deberíamos atender con mayor prioridad, si lo que se busca es cuidar a los argentinos y que esta inestabilidad tenga el menor efecto posible sobre las familias, como predican los funcionarios.

No es a través de los Exportadores, uno de los pocos ganadores con esta devaluación, que se garantizarán precios estables, ya que se trata de algunos cortes que son remanentes de exportación y que no forman parte de la mesa diaria de los argentinos. Tampoco a través de los supermercados, que atienden un poco más del 15% del consumo local.

Los precios de los saldos de exportación y de algunos cortes en supermercados no son indicativos de lo que paga los consumidores, ya que el 80% del consumo local se realiza a través de carnicerías, abastecedores y matarifes, que hoy se ven agobiados por los incrementos de costos, producto de competir con la exportación, los aumentos de tarifas y combustibles.

También hay que tener en cuenta las necesarias recomposiciones salariales producto, de la perdida en el poder adquisitivo de los salarios, lo que sumado a la enorme presión fiscal transforma en imposible mantener la actividad y los precios.

Esta situación no es escuchada, ni se atiende a la realidad del mercado, donde los precios están aumentando y parece que es una realidad que prefiere no verse y solo escuchar el canto de sirenas del sector exportador, que se perfila como el claro ganador en un escenario de devaluación y retenciones congeladas en pesos.

Esta visión parcial y sectorial hace que la Mesa de Ganados y Carnes, un ámbito de importantes debates e iniciativas, se transforme solo en una usina de “buenas noticias”, escondiendo debajo de la alfombra los problemas concretos y reales que tienen impacto en la gente y en el costo de los alimentos.