Continúan las reuniones internacionales convocadas por Naciones Unidas para cuidar el planeta, pero también continúa el aumento en las emisiones contaminantes de origen energético, que en el 2018 fue de 1,7 %. Destaquemos que se trata del mayor incremento desde el 2013.

Estas emisiones aumentaron en Estados Unidos 3,1 y en China 2,5%; en la actualidad China es el principal contaminador (28 % de las emisiones mundiales), seguido por los Estados Unidos cuyas emisiones representan el 16%. Pero atención a esta desigualdad: un norteamericano contamina 2,4 veces más que un chino.

Estuvo en lo cierto el Secretario General de Naciones Unidas cuando expresó que “somos la última generación que puede frenar el cambio climático”.

Esto exige abatir sin demoras las emisiones causadas por los combustibles fósiles. El deterioro climático en todo el planeta se agrava año a año impulsado por estas crecientes emisiones contaminantes.

Para tener una idea de la gravedad de estas emisiones basta decir que hoy son un 137 % mayores a las del año 1971. El consumo creciente de combustibles fósiles juega un papel preponderante en el incremento de este tipo de emisiones, que antes de la Revolución Industrial eran casi nulas.

Las evidencias científicas indican que las emisiones contaminantes están contribuyendo al aumento de la temperatura. Estas emisiones son generadas por el consumo de combustibles fósiles más algunas prácticas agropecuarias y la deforestación. No es sorpresa que estos fenómenos están ocurriendo; basta señalar que durante el siglo XX el PBI mundial se multiplico nada menos que 19 veces.

La producción de bienes y servicios en el último siglo fue mayor a toda la producción acumulada desde el inicio de la presencia humana en la Tierra hasta fines del siglo XIX. En los primeros 18 siglos de nuestra era, es decir hasta la Revolución Industrial, la población aumentó al modesto ritmo de 420 mil personas por año.

El aumento anual de la población hoy es de 53 millones por año, es decir 126 veces más. Todo esto ha contribuido a un incremento en la utilización de energías fósiles , generadoras de emisiones contaminantes.

Esta amenaza ambiental de carácter global no se solucionara por el mero agotamiento de las reservas. Nunca hubo en el planeta tanto petróleo y gas como hoy; baste decir que las reservas petroleras en 1980 apenas cubrían 30 años de consumo, mientras que hoy cubren 50 años. En el caso del gas tenemos reservas por 53 años de consumo y en carbón, las reservas holgadamente cubren mas de 150 años.

El último informe del IPCC (Grupo de Científicos convocados por Naciones Unidas por el Cambio Climático) señala que para limitar el calentamiento global a 1,5° C se necesitarían transiciones “rápidas y de gran alcance” en la tierra, la energía, la industria, los edificios, el transporte y las ciudades.

Según el IPCC, preservar nuestro clima requiere que las emisiones netas globales de CO2 disminuyan en 2030 alrededor de 45% respecto de los niveles del 2010. Esto significa que se necesitaría compensar cualquier emisión excedente por medio de la remoción del CO2 de la atmósfera con nuevas técnicas que absorban CO2 de la atmósfera, pero lamentablemente la efectividad de estas técnicas aun no esta probada a gran escala.

Como las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando, crecen los daños: sequías, temporales, inundaciones, disminución de los bosques, ambos polos pierden superficie, se calientan los océanos , aumenta el nivel de los mares, y además, a medida que estos se acidifican, desaparecen los arrecifes de coral.

La NASA expresa que la Tierra es nuestra única nave para un viaje espacial largo; por eso es grave que el CO2 acumulado en la atmósfera que rodea nuestro planeta ya sea 50% mayor al nivel de los años iniciales de la Revolución Industrial, acercándonos así a la magnitud límite de 450 ppm, barrera crítica que no debe ser cruzada si queremos evitar un peligroso calentamiento de nuestra Tierra.

Las últimas proyecciones energéticas indican que dentro de 20 años estaríamos emitiendo más y no menos gases contaminantes que hoy y, que al actual ritmo de aumento en las emisiones cruzaríamos esta barrera crítica apenas dentro de dos décadas.

Todo indica que este problema será cada vez más difícil de solucionar a medida que pase el tiempo, por la mayor acumulación de los gases permanentes que rodean nuestra Casa Común. Esto implica que nuestros hijos serían quienes deberán afrontar esta creciente herencia negativa.

No queda ya tiempo para perder. Esto exige actuar sin las demoras que hemos tenido en los últimos años, con acuerdos efectivos entre todas las naciones, que deberán asumir la responsabilidad común pero diferenciada, teniendo en cuenta los grandes desniveles en las emisiones por habitante (un norteamericano contamina 150 veces más que un etíope, un canadiense 16 veces más que un guatemalteco y un australiano 32 veces más que un congolés).

Es alentador reconocer que el crecimiento económico es esencial para poder abatir la pobreza mundial pero también que es posible “más crecimiento con menos emisiones”.

El talento humano está tecnológicamente en condiciones de asegurar un futuro crecimiento económico con menos emisiones, teniendo en cuenta no solo los avances en el desarrollo de nuevas energías “limpias”, sino también en la conservación y eficiencia en el consumo de energía. Enfrentamos un problema global que exige una solución global, no solo eficaz sino también solidaria.

Fuente: Bioeconomia