Pese a que actualmente en Latinoamérica hay cerca de ocho millones de colmenas de abejas melíferas en producción (un 10% existente en el mundo); y se producen cerca de 230 mil toneladas de miel por año, la pérdida creciente de polinizadores preocupa a nivel mundial, porque repercute tanto en la producción de los cultivos como en el mantenimiento de los ecosistemas naturales.

En las últimas décadas, con la intensificación de los sistemas agrícolas se ha incrementado la mecanización de las prácticas agrícolas y la utilización sistemática de agroquímicos. Para determinar cargas eco-toxicológicas en el paisaje, investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA trabajan aplicando la técnica de monitoreo con Apis mellifera (abejas productoras de miel).

“La relación entre las plantas con flor (angiopermas) y las abejas es primordial para la polinización, tanto de ambientes naturales como en los cultivos. Apis mellifera se destaca por tener colonias numerosas que se adaptan a diferentes ambientes, por ende, es la herramienta de polinización asistida más habitual, por ejemplo, en cultivos de almendra, arándanos, frutillas, manzanas, girasol cebolla y zanahoria para semilla”, contó la Dra. Alicia Mabel Basilio, investigadora y docente de la cátedra de Avicultura, Cunicultura y Apicultura de la FAUBA. Basilio explicó que, debido a sus características morfológicas y etológicas, la abeja doméstica puede considerarse un excelente indicador biológico.

Así, aprovechando estas características de las abejas, la FAUBA realizó un estudio del que participaron el Profesor Claudio Ghersa de la Cátedra de Ecología, el Dr. Gonzalo Molina y la Dra. Alicia Mabel Basilio. Colocaron estaciones de monitoreo y colmenas con trampas de recolección de abejas muertas, dentro de la Ciudad de Buenos Aires y en campos agrícolas de Pergamino (Provincia de Buenos Aires). Al obtener un número umbral de abejas muertas (aproximadamente 40 individuos) se llevaron a cabo análisis de laboratorio.

Las técnicas de monitoreo y análisis químicos les permitieron identificar la presencia de diferentes plaguicidas y hasta la utilización de moléculas que se encuentran prohibidas. “Determinando y cuantificando los residuos de agroquímicos a través de la técnica QuEChERS, donde se utiliza Cromatografía Gaseosa de alta resolución con detector de espectrometría de masa, identificamos insecticidas, herbicidas y fungicidas. Detectamos amplia utilización de Lambda-cialotrina, Acetoclor y Captan, demostrando que los ambientes urbanos no están exentos del uso de agroquímicos (Fention y Captan). Nuestros estudios revelaron además la aplicación de moléculas prohibidas (Endosulfan; Resolución N° 511/11)”, explicaron los investigadores.

Según manifestó Basilio, actualmente la apicultura atraviesa grandes dificultades e incertidumbres de diferente naturaleza: cambio climático, agroquímicos, problemas sanitarios en aumento, comerciales, costos de producción en aumento y otros, “que se deben considerar tanto desde nuestro trabajo de investigación como durante el diseño del contenido de las clases”.

“La actividad apícola de la mayoría de los países de la región, no escapa a la situación de incertidumbre a nivel mundial. Por un lado, las poblaciones de abejas melíferas y otras especies de ápidos están siendo amenazadas por parásitos y patógenos o variantes más virulentas de éstos, y por la utilización desmedida de agroquímicos, la disminución de recursos florales y la fragmentación de los hábitats. Para solucionar la disminución de fuentes de alimento para los polinizadores se han propuesto diferentes estrategias como plantaciones de flora apícola, el diseño de sistemas de producción multipropósito como apisilvopastoriles, y fundamentalmente la prohibición de los agroquímicos que causan la mortandad de abejas, recientemente implementada en Francia”, aseguró.

El estudio de la FAUBA fue presentado en el XIII Congreso Latinoamericano de Apicultura Filapi 2018, realizado en Montevideo (Uruguay), que convocó a apicultores latinoamericanos, cooperativas y gremios de apicultores y de otras regiones, a empresas e instituciones académicas vinculadas al sector apícola, y a ONGs que defienden el rol de la abeja en la ecología. “Es un ámbito para que los países integrantes de la FILAPI acentúen sus vínculos e integren a otros países latinoamericanos, ya que el fortalecimiento de la federación es una de las herramientas primordiales para alcanzar una apicultura próspera en Latinoamérica”, agregó Basilio, citando las declaraciones institucionales.