“Más de la mitad de los productores del país no hacen tacto. Entonces, al finalizar la parición, si la vaca no tiene su ternero, no saben si lo perdió durante la gestación o si ni siquiera se preñó. Además, como pasa mucho tiempo desde que abortó, se dificulta el diagnóstico y, por lo tanto, la puesta en marcha de soluciones”, dijo el M.V. Germán Cantón, responsable del Servicio de Diagnóstico Veterinario del INTA Balcarce, laboratorio referente a nivel nacional, en la jornada “Ahora Brangus” realizada en Expoagro. Y aclaró que “esta falencia no sólo ocurre en regiones marginales, sino que se ve en plena Cuenca del Salado”.

En el partido de Rauch, emblemático de la principal zona criadora, sólo el 60% de los productores realiza tacto y el 62% no hace raspaje de toros para controlar enfermedades de transmisión sexual. Los datos surgen de una encuesta reciente que involucró al 36% de los establecimientos, que suman la mitad del stock ganadero departamental. “El 92% posee manga y el 72% manga apta para raspaje, pero no implementan las prácticas”, recalcó.

De cualquier modo, según el especialista, el principal problema que hace a los bajos indicadores reproductivos del país es que no se logran buenas preñeces por cuestiones nutricionales. “En muchos campos hay una sobrecarga de animales. El productor pone el foco del negocio en la tenencia de vacas y por ahí están flacas, no entran en celo y no se preñan. Un contrasentido, porque la eficiencia reproductiva es la clave del resultado de la cría”, señaló.

Para respaldar este concepto, el especialista del INTA presentó un modelo de simulación del M.V. Federico Santángelo que muestra cómo impacta en el margen bruto por hectárea el porcentaje de preñez logrado en función de la carga animal. “Como se ve en el cuadro, se obtienen resultados muy parecidos con una preñez del 90% y 0,6 vacas/ha, que cuando se cae al 70% por haber aumentado la carga a 0,9 vacas/ha, con lo que la comida resulta insuficiente. Esto indica que conviene alcanzar excelentes preñeces con muy buena alimentación, sanidad y manejo, que tener vacas improductivas, básicamente, porque hay menos capital inmovilizado en el campo”, afirmó Cantón con relación al trabajo de su colega.


Además, en un campo bien manejado, que ya logró un 90% de preñez, podría esperarse un 2 a 3% de pérdidas preñez-parto. “Pero la mayoría de los rodeos tienen mermas mucho mayores, lo que también impacta en el resultado económico”, advirtió.

El desafío de achicar brechas

Según el INTA Balcarce, el 75% de los abortos se debe a causas infecciosas, sean bacterias, virus o parásitos que hacen que la preñez no llegue a término, a lo que se suman factores genéticos y ambientales.

“Nuestros datos son promedio de muchos años y corresponden a fetos que los veterinarios nos mandan para analizar, generalmente de más de cuatro meses, ya que antes es difícil hallarlos en el campo. La mayoría proviene de la provincia de Buenos Aires, aunque también recibimos muestras de otros lugares”, explicó Cantón con respecto a la dinámica del laboratorio.

“Sin embargo, muchas veces no podemos decirle al productor cuál es la causa”, se sinceró, aludiendo a que la confirmación de que esa vaca abortó por un agente infeccioso determinado es del 50%. Es decir que sólo en uno de cada dos fetos se podrá determinar si es por Leptospira, Neospora u otra enfermedad. “Esto sucede en todo el mundo la eficacia de las técnicas del INTA Balcarce es similar a la de otros países”, subrayó.

Encima, prosiguió, “el diagnóstico es caro y hace falta personal de campo para detectar abortos y tomar muestras. Por eso, muy pocos productores hacen analizar los fetos y los fluidos de las vacas que perdieron la gestación. Sin embargo, es la única herramienta para saber cuál es el problema, algo clave para implementar una sanidad acorde”, sostuvo.


¿Qué puede hacer el productor para minimizar pérdidas? Como principal medida hay que identificar en qué momento ocurrieron, algo que no es sencillo en la cría extensiva donde las recorridas son poco frecuentes. “Si la merma es del 2-3%, habrá que continuar con las medidas preventivas habituales, consensuadas con el veterinario. Pero si hay una cantidad importante de animales que estaban preñados y no parieron, digamos un 8%, conviene hacer un seguimiento más exhaustivo”, aconsejó.

En la práctica, muchas veces el productor no sabe cuando ocurrió el aborto, puede haber sucedido hace 3, 4 ó 5 meses e incluso la vaca haberse infectado dos meses antes. “Entonces, tomar una muestra no tiene sentido, se llega tarde. Si pasó mucho tiempo y la única forma de hacer el diagnóstico es analizando la sangre y del fluido vaginal de esa vaca, porque el feto no se halló, no se encontrarán suficientes anticuerpos. Esto explica en cierta medida la baja eficiencia del diagnóstico”, sostuvo.

¿Cómo solucionarlo? “Por un lado, implementando recorridas más frecuentes para identificar vacas ‘sucias’ que hayan abortado recientemente y tomar las muestras en ese momento, así como detectar fetos y mandarlos al laboratorio”, indicó. Además, “en campos donde la merma es importante, es aconsejable planificar tactos seriados -por ejemplo, en lotes de cien vacas- y tactarlas todos los meses. Esto ayuda a mejorar la eficiencia del diagnóstico”, planteó.

Por supuesto que estas medidas especiales deben sumarse a un plan sanitario preventivo que incluya raspaje de toros, un primer tacto cercano a la culminación del servicio, vacunación contra enfermedades reproductivas, eliminación de vientres que no se preñaron o no dieron ternero que podrían ser reservorio de agentes infecciosos, control de alambrados para evitar contactos con animales vecinos, manejo del estado corporal de los vientres para minimizar preñeces tardías que podrían perderse por estrés térmico y monitoreo del pastoreo en sistemas intensivos donde podrían ocurrir intoxicaciones con maíces y sorgos diferidos, entre otros.

¿Vacunación? “Muchos productores piensan que vacunando contra enfermedades reproductivas está todo solucionado y dicen: ‘¿por qué voy a tener Leptospira si yo vacuno contra esta enfermedad?”, contó, advirtiendo que “si bien la vacunación es una herramienta de prevención muy importante, no es cien por ciento eficaz”. Además, hay algunas enfermedades contra las que no hay vacunas comerciales, como la Neosporosis. En este caso, “la única solución dependerá de que se hayan tomado muestras de calidad de las vacas que abortaron y el laboratorio haya detectado la causa. Entonces, el veterinario propondrá las medidas adecuadas”, aseveró.

“En síntesis, una vez que la vaca se preñó es muy difícil bajar las pérdidas a corto plazo, primero hay saber cuál es la causa, contar con un diagnóstico, y a partir de ahí plantear un plan de control”, finalizó Cantón.

Por Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne
Fuente: Valor Carne