Como sabemos, Brasil es el segundo importador mundial de trigo. Y apenas consigue producir el 40% de lo que consume, pues necesita 12 millones de toneladas y sólo cosecha 5 millones, por año.

Ello quiere decir que necesita importar casi ineludiblemente cerca de 7 millones de toneladas, cada año.

Y como si Dios fuera argentino, nosotros somos los vecinos de este gigante importador. Además, por ser miembro del Mercosur, el trigo argentino está exceptuado de pagar el arancel externo común, que es del 10%.

Ello nos pone en una situación de privilegio, en comparación con los principales exportadores del mundo, como Rusia, Canadá, Australia, la U.E. y EE.UU.

El que lidera las exportaciones en el mundo es Rusia, que se concentra en mercados importadores de África y Asia. Según el ministerio de agricultura de Rusia la cosecha de trigo se ubicará, en esta campaña, entre 75 y 78 millones de toneladas.

Ahora bien, el motivo de esta nota es focalizar nuestra atención en un importante competidor de nuestro país. Justamente, en EE.UU. que parece aprovechar el cambio de gobierno en Brasil. Así, se va verificando una modificación sustancial en las relaciones de la gran potencia con América del Sur.

Brasil está en una situación extremadamente delicada. Y J. Bolsonaro sabe que puede contar con el apoyo de D. Trump, y convertirse en un fuerte aliado del país del norte.

En tanto, el Mercosur continúa su proceso de debilitamiento. Esta organización deberá optar entre continuar con el esquema de negociaciones económicas en bloque o flexibilizar las normas que obstaculizan la negociación bilateral de reducción de aranceles externos por fuera de la unión aduanera.

Acá está el meollo de la cuestión.

Trump acaba de recibir en la Casa Blanca al presidente de Brasil. Luego de muchos años de distanciamiento, fundamentalmente con los gobiernos de izquierda, EE.UU. logra aproximarse con fuerza al gigante sudamericano.

En la reciente reunión, Trump afirmó que "apoya" la entrada de Brasil en la OCDE. Además dijo que concedería a Brasil privilegios militares similares a los que reciben los aliados, miembros de la OTAN.

Respecto al trigo, hay novedades de importancia para nuestro país. Con la visita de Bolsonaro, se concretó la entrada de mercadería. Se trata de una cuota de 750 mil toneladas de trigo brasileño para EE.UU. libre de arancel. Sí, señores: EE.UU. no debe pagar el 10% en esta cuota.

Lo más grave es que tal cuota no es por única vez sino que tiene carácter anual.

Queda claro, así, que el Mercosur sigue resquebrajándose.

Obviamente, tal cantidad de trigo presionará sobre el mercado y, en principio, actuará como depresor de los precios.

En tal condición, y con un trigo de inferior calidad, las alarmas se encienden.

Una política económica que no estimule la producción tras mayor volumen y, sobre todo, mayor calidad no es favorable para los intereses nacionales.

A ver si el Gobierno se pone las pilas.