Si algo muy particular muestra la campaña de trigo 2018/19 es el aumento de las exportaciones respecto a los años anteriores. Y no sólo con relación a la campaña anterior sino, también a la de anteriores ciclos.

Según la BCR, hasta el 20 de febrero, el país había exportado 7,4 millones de toneladas.

Este volumen es claramente superior al de 5,6 millones que es el promedio anual de las tres últimas campañas.

Evidentemente, la eliminación del impuesto a la exportación (luego restablecido parcialmente) ha incidido en la producción que, a la postre, en gran parte termina en el exterior, con el consecuente ingreso de divisas. El aumento en la producción significa, además, una mayor rotación agrícola a favor de la estructura de los suelos y la sustentabilidad en general.

Pero, además, hay otra particularidad, digna de resaltar. Se trata de una mayor diversidad -o mejor dicho, de una superior calidad- en los destinos de las exportaciones, con la mayor participación de Indonesia, un mercado muy interesante.

El hecho es muy importante, porque si se afianzase tal mercado, es probable que, de mediar los esfuerzos necesarios, continúen las exportaciones, sin que la distancia sea un impedimento de gran peso.

Obviamente, este año es especial puesto que Australia, tradicional abastecedor de Indonesia, ha sufrido una fuerte reducción en su capacidad productiva por la sequía. En rigor, la actual ha sido la menor cosecha de los últimos años. Y así, el cuadro está actuando como trampolín para nuestras exportaciones.

Esta es una gran oportunidad para cimentar tal canal exportador. A ello, se agrega los problemas climáticos del invierno en EE.UU. que podrían derivar en una baja en la cosecha.

Una visión de Estado alentaría la reducción de los castigos a la producción, basados en el impuesto a la exportación. Al menos, gradualmente. Por ejemplo, una disminución de este impuesto en el orden del 20% sería muy poco significativa para las arcas del Estado y muy favorable para la actividad productiva.

Qué bueno sería no perder esta oportunidad caída del cielo. Tenemos todo el potencial para aprovecharla. ¡Cuándo aprenderemos a implementar políticas de Estado a base a nuestro potencial!