El 8 de septiembre pasado hacíamos mención desde esta columna sobre la importancia del diferencial arancelario para la industria aceitera en nuestro país. Y esto también incluye a la soja. Los meses fueron pasando y lo que originalmente pensábamos que podría ocurrir se fue materializando.

Desde el lado de las fábricas la rentabilidad del negocio no amerita generar esa "sana puja" por originar mercadería, no por lo menos para el nivel de molienda que tiene un país como la Argentina. En definitiva, lo que ello produce es un cierto desinterés por parte de la industria, lo que termina por afectar, no solo la capacidad teórica de pago (CTP), sino también el valor ofrecido a nivel interno.

Por el otro lado están los vendedores. El productor, y de acuerdo con su propia expectativa, también aguarda un negocio que sea rentable. En tal sentido, la sumatoria entre lo que arrojen los rendimientos y los precios a los cuales se pueda vender la cosecha así debería determinarlo. El resultado entonces es el de un producto que por el lado de la demanda no muestra interés y por el lado de la oferta, tampoco.

En el mientras tanto, parte de todo este problema que resulta del conflicto comercial entre China y Estados Unidos nos deja a nosotros en la situación comentada en el párrafo anterior, al tiempo que entre ambas naciones (y más allá de las idas y venidas) existen intensas negociaciones para llegar a algún tipo de acuerdo. Como siempre las decisiones de otros, por una razón o por otra, terminan afectando no solo a nuestra economía, sino también a nuestras determinaciones estratégicas como país.

El productor argentino deberá enfrentar a partir de ahora un mercado que, eventualmente, si mejora lo hará más sobre Chicago en la medida en que las negociaciones comentadas lleguen a buen puerto.

Solo para tener una idea, si tomamos los valores en la plaza estadounidense como en el mercado doméstico, las cotizaciones de la soja disponible lograron recuperar desde los mínimos de septiembre unos casi 40 dólares por tonelada en Chicago, al tiempo que en el Mercado a Término de Buenos Aires (Matba) la mejora solo fue la mitad.

En este sentido, las vicisitudes por las que tenga que atravesar el mercado desde ahora y hasta la cosecha -principalmente como terminará la producción sudamericana- serán de suma importancia en las estrategias comerciales que deberá delinear el productor.

Para aquellos que tengan restricciones financieras y necesiten vender al momento de la cosecha, la consecución de estrategias flexibles será vital. Para aquellos otros cuyas finanzas se encuentren un poco más holgadas, resultará importante el devenir climático en el próximo verano boreal. Para seguir con atención?