Si algo ha tenido de bueno el reciente encuentro del G20 en Argentina es la enfática referencia a los problemas del comercio internacional.

Quizás, el más importante aspecto de tal encuentro ha sido el consenso logrado para dotar de más eficacia a la Organización Mundial del Comercio –OMC- dentro del orden internacional, fundamentado en normas globales.

A raíz de la Reunión del G20, se dio el encuentro entre los líderes de EE.UU. y China, algo que ha revalorizado lo que se ha dado en llamar el “G2”. Allí, los mandatarios negociaron para limar las fuertes asperezas en la relación de ambos países.

¿Qué es el “G2”? Se trata de una asociación de carácter informal entre dos países, los más importantes del mundo.

El “G2” nos revela que el mundo ha ingresado nuevamente a la escena bipolar, pero sin Guerra Fría, puesto que no hay amenaza militar.

Y si bien el conflicto no quedó para nada resuelto, se abrió una puerta para avanzar hacia la solución.

Vemos el punto tal cual es. El núcleo duro de este conflicto no es propiamente comercial.

No nos engañemos. Es básicamente un problema político-estratégico entre dos superpotencias que rivalizan por el poder, sobre todo en el plano tecnológico.

Recordemos que China ha sido blanco de duras humillaciones por décadas y, en alguna medida, busca su revancha.

Por ahora, lo único logrado en tal reunión es una frágil tregua de 90 días. Pero, pero los resultados obtenidos, concretamente, sobre el comercio de la soja son muy débiles.

Siga como siga la cuestión comercial, el cuadro actual permite un horizonte optimista. Pero no, en el corto plazo.

La reducción en las exportaciones de EE.UU. de la oleaginosa hacia China ha sido estrepitosa.

¿Qué país ha reemplazado a EE.UU. como principal proveedor de China? Claramente, Brasil.

Respecto a nuestro país, el mercado chino se ha complejizado, puesto que las autoridades del gigante asiático tratan de importar materia prima con el objeto darle valor agregado dentro de su territorio.

La pulseada por la industrialización con nuestro país es visible. Para peor, el gobierno argentino ha quitado el diferencial que existía entre el poroto de soja y las harinas y los aceites.

El segundo destino de las exportaciones argentinas es China. Viene después de Brasil y se encuentra por delante de Estados Unidos.

Las importaciones chinas de soja tienden a crecer, a consecuencia de la guerra comercial.

Hasta ahora el que ha salido ganando de este conflicto es Brasil por su mayor oferta de soja y porque es menor su capacidad de molienda. En este sentido, nuestro vecino tiene mayor afinidad con los interese chinos que se inclinan por la importación de poroto de soja en desmedro de la compra de harina y aceite.

Con una producción en el ciclo pasado de tan solo 36 millones de toneladas (en lugar del esperado número de 54 millones), el complejo industrial oleaginoso del Gran Rosario, con una capacidad de crushing de 65 millones de toneladas por año, ha debido importar, curiosamente, un gran volumen de soja estadounidense, además del proveniente de Paraguay y Brasil.

Este año, el cuadro puede favorecernos si el clima no sigue amenazando la producción. Seguramente, el diferencial entre el precio de EE.UU. y el de América del Sur correrá a favor nuestro y de la región.