Pero el problema para este país es que, hoy por hoy, sólo produce algo así como 15 millones de toneladas de poroto de soja, pero necesita poco más de 90 millones de toneladas al año.

Es cierto que el Gobierno asiático ha centrado su política en el aumento en los pagos de subsidios para la siembra de soja. Sin embargo, ello es, a todas luces, insuficiente -dadas las carencias de infraestructura y de la naturaleza- para llegar al autoabastecimiento.

Hasta mediados de año, la relación en términos de comercialización de soja, entre China y EE.UU. era muy estrecha.

Pero a partir de la aplicación de aranceles (de importación) a la soja estadounidense, en represalia por las medidas proteccionistas tomadas por Trump, la taba se ha dado vuelta.

China, desde mediados de años, está a la búsqueda de nuevos oferentes. Por eso, viene apuntado a Sudamérica.

Nuestro país no tiene existencias para satisfacer la demanda nueva de China (similar situación tiene Brasil). Además, la mercadería de EE.UU. en el Golfo de México está barata, pues no tiene posibilidades mayores de ser colocada en el país asiático.

A consecuencia de ello, las empresas argentinas exportadoras están importando mercadería de EE.UU. para, luego, ser exportadas luego a la nación oriental.

Esta es una típica operación de triangulación: EE.UU. – Argentina – China.

En rigor lo que parece ser más común es la importación de poroto de soja desde EE.UU. Y, una vez acá en nuestro país, es industrializada así obtener aceite y harina.

Vale remarcar que, por el gigante y eficiente capacidad de molienda de nuestro país, siempre ha sido usual comprar soja procedente de los países vecinos como Paraguay, Bolivia y el noroeste de Brasil, para ser industrializada y, posteriormente, exportada, especialmente a la India.

En el corto plazo el cuadro es favorable para nuestro país (y para Brasil) pues se ha vuelto abrir el mercado chino de aceite de soja.

En suma, el “gap” entre los precios de Chicago y los locales vienen en aumento por la presión que ejerce China.