Para nosotros, no es novedad esa afirmación porque es sabido que, especialmente en la región occidental, ha bajado radicalmente el trabajo agrícola, debido especialmente al hecho de que los grandes latifundios habidos hasta el año 1953 -año de la Reforma Agraria-, han sido convertidos en minifundios y, muchos de ellos en “mini-propiedades”, casi imposibles de ser cultivadas, porque pocas hectáreas no ha sido fácil distribuir, por ejemplo, en familias de seis o más personas; por otra parte, mucha de la población campesina, al ver la imposibilidad de trabajar la tierra, emigró a las ciudades.

Un resumen de este diario señala: “La productividad difiere en las regiones de oriente respecto del altiplano, donde se aplica tecnologías satelitales en el primer caso (región oriental), mientras que en occidente prácticamente las tierras se concentran en una alta proporción en la agricultura familiar”; esta es una realidad que si bien alcanza para las necesidades solamente familiares, no cubre las exigencias del mercado y mucho menos para pensar en exportaciones.

Según el estudio del BM, “Para Bolivia la agricultura es un sector estratégico fundamental en la producción integral del desarrollo. El país tiene grandes oportunidades y destinos propios de la complejidad inherente a la producción de alimentos, que pueden transformarse en factores de diferenciación a nivel económico, social, ambiental y productivo”. Lo expresado es una realidad que podría ser, pero pocos aspectos han sido tomados en cuenta por las autoridades, que han descuidado el hacer de la agricultura, la agroindustria y la producción de frutas, factores importantes de desarrollo, luego de cubrir las necesidades de los propios mercados que, hasta ahora, son atendidas por los departamentos de Santa Cruz, especialmente, y Cochabamba.

La agricultura en Bolivia puede significar un gran emporio de riquezas, siempre que se adopte políticas que permitan atraer a los campesinos desde las ciudades hacia sus terruños, para que se reacomoden al trabajo agrícola; que cuenten con la cooperación precisa, como dotación de herramientas y maquinaria, provisión de semillas y abonos, capitales de operación y, lo más importante, asegurar mercados, sin descuidar los asesoramientos profesionales de agrónomos, geólogos, economistas, etc., que capaciten a técnicos y técnicos medios para los trabajos agrícolas.

Los estudios del Banco Mundial nos colocan, evidentemente, en situación inferior a la de los demás países; pero con planificación y trabajo eficiente y disciplinado, así sea en mucho tiempo, se podría salir de esa profunda sima de rezago que tenemos.