De acuerdo a los investigadores que elaboraron el reporte, el evento meteorológico se produjo en una época en la que no es frecuente ver dicha situación y que además llamó la atención la duración de las precipitaciones junto al tamaño, los cuales superaron los 3 centímetros de diámetro.

Los autores del manual Gamalier Lemus, Ingeniero Agrónomo M.S. de INIA – Rayentué; Alejandro Antúnez Barría, Ingeniero Agrónomo Ph.D. de INIA La Platina y Paz Millas Ortiz, Ingeniero Agrónomo, Dra. en Ciencias Agrarias de INIA Quilamapu, indicaron que el área comprendida entre La Compañía, Codegua, La Punta y San Francisco de Mostazal resultó particularmente afectada. 

Asimismo, que tras la visita a algunos huertos de la zona mencionada se determinó que todas las especies de frutales de ese sector presentaban daño, con diferentes niveles de intensidad llegando incluso hasta el 100% de pérdida de fruta y follaje. 

Según los investigadores de INIA, los parrones de kiwi perdieron entre el 70 y el 100% del follaje, y por ende toda la producción potencial; sufriendo, además, daños en la madera, observándose heridas expuestas, mientras que perales y manzanos registraron entre un 70 a un 90% de la fruta dañada y además daños en la madera.

Por su parte, los frutales de carozo (cerezas, ciruelas durazneros y nectarinos) experimentaron niveles desde 60 a 90% de la fruta completamente dañada a 48 horas del fenómeno meteorológico.

En el caso de arándanos, que comenzaban su cosecha, presentaron pérdidas casi totales, mientras que en nogales se registró mucha fruta afectada y se estima que la real magnitud del daño se apreciará en las próximas semanas.

Adicionalmente los viveros, plantaciones nuevas, y hortalizas que están con diversos grados de daño, en muchos casos con pérdida total, las instalaciones como invernaderos, techos de cerezo y “sombreaderos” también registraron diversas intensidades de daño.

Recomendaciones de INIA

Es importante, en el caso de los frutales, considerar el aspecto sanitario de las plantas, por lo que cerezos, kiwis, nogales, ciruelos y durazneros con pérdida total de la fruta, deben tratarse inmediatamente después del evento para la protección contra la entrada de bacterias, a través de las heridas producidas por el fenómeno.

En los huertos de cerezo con daño parcial surge el temor de presencia de insectos y hongos que colonicen la fruta dañada que permanece en la planta, afectando la sana.

Para proteger las plantas, el uso de cobre, por ejemplo, debe hacerse con formulaciones que no afecten las hojas por toxicidad. El uso de antibióticos sólo se debe hacer si no se va a cosechar la fruta. Es recomendable usar insecticidas para evitar insectos que van a libar y transmitir otros patógenos en frutos dañados, respetando programas y carencias.

Los abonos nitrogenados deben reducirse o suspenderse, de acuerdo al porcentaje de fruta perdida. Sin embargo, Fósforo, Potasio, Magnesio deben seguir aplicándose en los programas de fertiirrigación. También, en 4 a 6 semanas se debe establecer un programa de aplicaciones foliares de microelementos, especialmente Zinc, que habitualmente, en la región de O’Higgins, está en niveles bajos.

En relación al riego, este deberá ajustarse luego de hacer un chequeo y evaluación de la magnitud del daño por granizos verificado en terreno. En la Región de O’Higgins partir de imágenes satelitales (Plataforma Agrícola Satelital de Chile, PLAS), se va verificado la caída del NDVI (índice de vegetación normalizado) de huertos de cerezos, en un orden de 13 a 18%, lo que corresponde a una reducción de la demanda evapotranspirativa de igual magnitud. 

En general, los riegos deben readecuarse a la pérdida del follaje, hasta que comience la natural “rebrotación” de la planta, que demorará 2 a 3 semanas, para recuperar las hojas y brotes presentes hasta el momento del evento.  Cabe destacar que en días posteriores a pérdida de frutos o defoliación, la transpiración se reducirá drásticamente, situación que tenderá a normalizarse al cabo de unas semanas.

Debe evitarse el riego por calendario de frecuencia fija que no tomen en cuenta el estado hídrico del suelo y el estado hídrico de la planta. Para la toma de decisiones de riego, se recomienda emplear sensores de agua en el suelo (tensiómetros, sensores del tipo TDR y FDR) y complementar esta observación mediante la inspección de calicatas que reporten el mojamiento del suelo en profundidad.

Se sugiere manejar el riego para controlar el vigor vegetativo en huertos cuyo vigor sea excesivo en máxima demanda evapotranspirativa (diciembre, enero y febrero). Todo lo anterior, deberá ir acompañado de un registro de crecimiento de brotes que permita tomar una decisión objetiva. Debe reforzarse el empleo de la Red Agrometeorológica Nacional para la programación de riego, enfrentando períodos de máxima demanda con un contenido adecuado de agua en el suelo.

Las podas para recomponer la estructura de la planta, se debe hacer sólo en caso de excesivo daño. Considerando que la productividad de la próxima temporada resultará comprometida.

Tanto en  kiwi como en  cerezo, el riesgo de PSA y PSS debe hacer ponderar el problema de las múltiples heridas que podrían ser fuente de entrada de la bacteria, en aquellos sectores donde haya presencia de la enfermedad., especialmente dada la inestabilidad climática de este período y el riesgo de días fríos, húmedos y hasta con presencia de lluvias. Si se toma la decisión de podar, se debe proteger los cortes de poda para evitar el ingreso de Pseudomonas y de esporas de algunos hongos que son liberados en grandes cantidades con las lluvias. 

El riesgo de infección en presencia de heridas aumenta si hay presencia de árboles enfermos o residuos de podas sanitarias que no fueron retiradas y eliminadas. Por lo que esta práctica destinada a bajar el inóculo dentro del huerto, debe adoptarse año a año para disminuir la incidencia de enfermedades.