Avanza la cosecha de trigo en el norte, se acerca el inicio para la pampa húmeda y las preocupaciones de corto plazo de los productores pasan, fundamentalmente, por la cuestión climática, algo totalmente entendible, ya que, si bien en líneas generales el tiempo acompañó, hubo lugares donde el agua no llegó en el momento justo y sectores que padecieron la inclemencia de heladas y de granizo que se llevaron parte de la producción esperada.

También está claro que el clima en varios puntos del mundo contribuyó para que en los últimos meses hayamos podido vender trigo en valores que llegaron a los 220 dólares por tonelada con entrega en cosecha, ya que si la falta de lluvias no hubiese ocasionado pérdidas de unos 15 millones de toneladas en Rusia respecto del año comercial previo; de 14 millones en la Unión Europea, y de otros 5 millones en Australia, al precio de la producción argentina le habría costado acercarse a los 200 dólares.

De igual modo, resulta evidente que si la urgencia de las finanzas públicas domésticas no se hubiese colado en las decisiones políticas, dando como resultado la reaparición de los derechos de exportación, hoy seguiríamos con valores de trigo para entrega en diciembre o enero por arriba de los 200 dólares.

Los buenos precios, sumados a las perspectivas de la cosecha y a las necesidades de asegurar ingresos tras la sequía, más en tiempos donde la financiación resulta inalcanzable, dieron como resultado un nivel de ventas anticipadas nunca visto.

Ya tenemos alrededor de 7 millones de toneladas comprometidas y con precio, es decir, el 36% de la cosecha si tomamos las estimaciones actuales de producción de 19,4 millones de toneladas de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

La cuestión es que aún queda el 64% de la producción sin comercializar, en buena parte seguramente en manos de quienes habitualmente se posicionan con este cereal y estiran sus decisiones de venta, apostando a la demanda local de los molinos y, también, a la demanda regional, ya que Brasil, vecino y socio comercial, suele pagar valores superiores al resto del mercado internacional por el trigo argentino en la segunda mitad del año comercial (junio/noviembre). Compensamos con un flete más barato que trigos de otros orígenes, fundamentalmente para el sur brasileño, donde se concentra la mayor parte de la población y de la demanda.

Además, un dato no menor en el comercio con Brasil es que nos vemos beneficiados por el Arancel Externo Común (AEC) del Mercosur, que otorga una ventaja del 10% respecto de nuestros competidores.

El nuevo presidente

Pero ahora debemos incorporar en el análisis del mercado de trigo el hecho de que el primer día de 2019 asumirá la presidencia de Brasil Jair Bolsonaro. Si bien el mandatario electo todavía no dijo nada respecto del AEC, desde su entorno sí van dejando indicios que habilitan la sospecha sobre la posibilidad de que la ventaja arancelaria, que en años anteriores se perdió parcialmente ante la apertura de cuotas de importación para el trigo de otros orígenes, pueda desaparecer.

Por un lado, existen antecedentes de cuotas de importación de trigo desde Estados Unidos sin aranceles, que en algunos momentos respondieron a la imposibilidad argentina de abastecerlos por la baja producción de años anteriores. Otras veces la excusa fue que el norte brasileño, por una cuestión de cercanía con el Golfo de México, debía acceder a mercadería estadounidense.

Por otro lado, están los dichos de quien será el ministro de Economía de Bolsonaro, Paulo Guedes, que pese a que aclaró que la Argentina era importante, no se desdijo respecto de sus afirmaciones acerca de que "el Mercosur no es prioridad" y de que el bloque "es demasiado restricto para lo que estamos pensando". El propio Bolsonaro reconoció que dará prioridad a la relación con el gobierno de Donald Trump.

Por último, en este listado de eventuales amenazas en nuestro mercado regional de trigo tenemos a Rusia, que desde hace tiempo le solicita a Brasil que permita el ingreso de su cereal, una solicitud que en el último año sumó como atractivo adicional la promesa rusa de una pronta reapertura de su mercado para los cortes bovinos y porcinos brasileños, algo que ocurrió recientemente.

Si tenemos en cuenta todo esto, deberíamos empezar a evaluar la posibilidad de que la ventaja arancelaria actual, que mantiene a Brasil como un comprador cautivo del trigo argentino, no dure para siempre. El peso que podría tener en el nuevo gobierno la posibilidad de mejorar las relaciones comerciales con otras potencias nos puede dejar en desventaja.

No es intención de esta columna señalar una ausencia de demanda para el trigo argentino, ni que las eventuales disposiciones de las autoridades de Brasil ya marquen una tendencia para los precios, pero sí incorporar el "factor Bolsonaro" en el análisis del mediano plazo, porque si la Argentina se quedara sin la protección regional del AEC y la producción del hemisferio norte se recupera en la campaña 2019/2020 el panorama de precios para la segunda mitad del año comercial puede llegar a sorprendernos.

Por: Adrián Seltzer