La industria vitivinícola pasa un momento crítico, con caída en el consumo de vino de mesa (alrededor del 7% internanual) y con "malos" precios de la uva para los productores. A esos aspectos puntuales se les suman los inconvenientes repetidos para las economías regionales, como son los altos costos de logística, la suba de la energía (la mayoría de los viñedos tiene riego por bombeo), un tipo de cambio atrasado y el proyecto de reforma laboral que elimina los aportes patronales diferenciados.

Desde Mendoza, Alberto Carleti, de la Cámara de Comercio, Industria y Agricultura de Tunuyán, contó que en el sector conviven realidades heterogéneas, como son la ligada a los vinos de consumo masivo y la de las bodegas boutique, que recibieron más inversión y participación de capitales extranjeros.

Apuntó que en 2017 el precio de la uva mejoró pero que se venía de un período malo por valores bajos y una caída del 50% de la producción por las heladas. "Para este año todavía no hay pronóstico de cosecha pero hubo heladas en distintas zonas y podría haber pérdidas", dijo.

"Suben los costos internos y, en un mercado competitivo y recesivo no se pueden trasladar a los precios por lo que baja la rentabilidad. La variable de ajuste es siempre la actividad primaria. Los dos eslabones que pierden son productores y bodegas", señaló.

Eduardo Garcés, titular de la Federación de Viñateros y Productores Agropecuarios de San Juan, enfatizó que los incrementos de la energía y del gasoil impactaron fuerte en el sector. Estimó que representan $ 7 para un kilo de uva común en una producción de cinco hectáreas con un rinde de 25.000 kilos por hectárea. "Y eso no es lo común; en la cosecha pasada fue de 11.000 kilos por hectárea", puntualizó.

De la producción sanjuanina -unos 550 millones de kilos- el 47% de la uva va a mosto, que se exporta, y el saldo va a vinos (unos 200 millones de litros anuales) y a venta como fruta fresca.

Planteó que los productores acumulan unos cuatro años de "rentabilidad cero". Al respecto, señaló: "Terminamos financiándonos con el patrimonio a costa, por ejemplo, de sistemas de poda más antiguos".

La situación se tradujo, afirmó, en un achicamiento del sector a lo largo del tiempo: en 1974 la provincia producía 1200 millones de kilos, ahora menos de la mitad.

Garcés precisó dos problemas. El primero, vinculado con la exportación de uvas frescas a Brasil (en dos años cayó el 90%) porque ese destino exige la "bromuración" de las vides (procedimiento para combatir una enfermedad que no existe en la Argentina) y el tratamiento afecta la calidad. Además, influye el "retraso cambiario".

El segundo problema está vinculado con la baja de las exportaciones de mosto concentrado, que pasaron de 220.000 toneladas hace tres años a 60.000 entre San Juan y Mendoza. "Los insumos subieron mucho en dólares y, pese a la mejora del precio, los números empeoran. En los 90 el kilo se pagaba US$ 550 dólares y hoy US$ 1200, pero el costo laboral es más del doble que en los países vecinos, igual que el combustible y la logística", señaló.

Escenario difícil

En Salta -en los Valles Calchaquíes se cultivan unas 3000 hectáreas que dan unos 30 millones de kilos de uva- la situación no es mejor. Miguel Angel Lovaglio, presidente de la Asociación de Productores Vitivinícolas de los Valles Calchaquíes, señaló que el gobierno provincial colaboró para crear una bodega cooperativa para tratar de mejorar las condiciones del segmento primario a la vez que otorgó diferimientos impositivos.

"Está muy mal el sector; hay cuatro empresas que concentran el 60% del mercado y los medianos y pequeños, que son los que generan más empleo son los más complicados. Las bodegas, por ejemplo, aseguran que tienen stock y no demandan uva torrontés; la están pagando $5,50 el kilo", sostuvo.

Mario Hernán González, titular de la Cámara Riojana de Productores Agropecuarios, coincidió en que el sector "atravesó una fuerte crisis en los últimos cinco años. En 2016 hubo una leve mejora y la caída de la producción en 2017 determinó que subieran los precios, pero se pinchó el aliciente del tipo de cambio".

La Rioja produce unos 100 millones de kilos de uvas al año, el 80% es para vinos. "El 90% de los viñedos son electrodependientes y las subas de la energía superaron el 100% en dos años, lo que impacta en los costos operativos", explicó.

En la provincia, la producción es de mano de obra intensiva -ese ítem representa el 65% de los costos totales- por lo que los productores reclaman que se mantengan las contribuciones patronales diferenciales. González graficó: "Por hectárea de cultivo extensivo el costo es de entre 60 y 100 jornales al año; en un modelo intensivo es de medio jornal".