Con los proyectos de ley de suelos y de abastecimiento que impulsa el kirchnerismo por estos días esos conceptos podrán comprobarse si finalmente se convierten en realidad.

El proyecto de ley de suelos, presentado por el diputado Luis Basterra, pretende corregir el desbalance que se provocó en los últimos años por la falta de rotación entre gramíneas y oleaginosas. Busca establecer indicadores de base ambiental según regiones y hará responsables a propietarios de que esos indicadores se mantengan, si se respetan las buenas prácticas agrícolas. Se explicó que, eventualmente, se dispondrán sanciones si hay un deterioro o abuso del recurso. Al mismo tiempo, el Estado, con recursos que recauda del sector, fomentará la recuperación de los suelos y las buenas prácticas agrícolas.

Las primeras críticas a la iniciativa surgieron en la propia presentación. Se cuestionó que la falta de rotación de cultivos se originó en las regulaciones que impuso el Gobierno al comercio de trigo y maíz. Los defensores del proyecto respondieron que por una política coyuntural no se podía anular el debate del problema. Pero lo más curioso es que en ese misma presentación, el diputado y ex ministro de Agricultura Julián Domínguez volvió a reconocer que el Gobierno se había equivocado con la política sobre el trigo. Esta fue, precisamente, la que frena la expansión del área sembrada con el cereal, que crece apenas cuando las condiciones del tiempo parecen ser favorables. Lo que no aclaró el jefe de la Cámara de Diputados es que esta política no se ha modificado.

"En ningún país se han corregido estos problemas con una ley", recordó Gustavo Oliverio, productor y coordinador de la Fundación Producir Conservando, entidad que viene advirtiendo desde hace varios años sobre el deterioro que causa en los suelos la falta de rotación de cultivos y la insuficiente reposición de nutrientes. "Impulsar la protección por temor no es sensato, habría que establecer incentivos", destacó y recordó que "atrás de un maíz, el rendimiento de la soja se incrementa entre un 20 y un30%". El productor y directivo de Aacrea, Santiago del Solar, apuntó que sin libertad para vender cereales, por los cupos y los ROE los agricultores se vuelcan a la soja, cultivo que no tiene trabas en su comercialización.

Para comprobar la poca efectividad de leyes que nacen con buenas intenciones no hay que irse muy atrás. La ley para limitar la posesión de tierras en manos extranjeras, sancionada en diciembre de 2011, nació con el supuesto de que el 20% del suelo estaba en manos de empresarios foráneos. Tras la elaboración de la ley y el relevamiento catastral se comprobó que apenas alcanzaba al 5,9 por ciento. Esta norma funciona hoy como una barrera de entrada para el mercado de campos. Las equivalencias de 1000 hectáreas de la zona agrícola núcleo en otras regiones del país no están completadas. Cuando el propio Gobierno lanzó el blanqueo de capitales mediante los Cedin, ante las restricciones al dólar, ni siquiera pudo atraer inversores extranjeros para adquirir tierras.

Otro proyecto que va en camino de desincentivar la inversión y la producción es, según comenzaron a advertir en la cadena granaria, el de la ley de abastecimiento. Con la excusa de que el Gobierno podría intervenir en la fijación de márgenes de rentabilidad y cantidades, muchos comenzaron a preguntarse si el "vamos por todo", no incluía a la soja. "La soja sin vender equivale a unos 12.000 millones de dólares, poco más del 40% de las reservas del Banco Central", se sorprendió un corredor que comenzó a escuchar consultas de sus clientes habituados a leer las noticias económicas de los diarios. Por la incertidumbre sobre el dólar, este hombre avezado no creía que los chacareros se fueran a desprender fácilmente de la mercadería, a menos de que los valores de la oleaginosa comenzaran a recuperarse.

Con menos dosis de rumores y más preocupaciones cotidianas están en las compañías de insumos, preocupados por las trabas que enfrentan para importar. Deben enviar cartas a la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, para que autorice el ingreso de mercadería que, curiosamente, sirve para que ingresen más dólares genuinos en la economía. Quienes demuestran que compensan con exportaciones sus pedidos de importación tienen el camino allanado. Los otros, en cambio, van a la fila o deben golpear puertas que ni siquiera deberían estar abiertas. Rarezas de un país repleto de buenas intenciones.

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